La ausencia de iluminación
Llevo
dos años queriendo hablar de esti personaje de luenga perilla,
pícara sonrisa, negra faltriquera donde mete pesetes, perrones y
perrines, y sobre todo sacacorchos. Apuesto algo a que nadie en
Langreo saca los corchos como él. Ta t’ol día dale que te pego.
Ye igual que sea vino peleón, que blanco, que tinto, que Catedral de
León (de pasu hagói publi al mi amigu Mario el del Bodegón, que lo
merez). Pues mira que tuve mil oportunidades p’hablar d’él, o
doscientes, pero munches porque ye un chigreru de los de antes que,
si no ta presu, tan buscándolu. Ye bastante zorro, pero sin acritud.
Igual te está mandando a la mierda, pero ponte esa sonrisa tan
cinematográfica que pienses que ta diciéndote lo guapu que yes.
Duke non se fía d’él, que va. Somos amigos y querémonos muncho,
pero tú ahí y yo aquí. ¿Entendeisme? Pues, bueno, el casu ye que
ayer por la tarde taba yo tan tranquilu tomando una pinta de les de
Mario en la terraza cuando aparez el chigreru con una escoba, ya
eniesta, con to la intención de quitar unes teles de araña, de
andarica diría yo, que taben prendíes n’el letreru del chigre.
“Pero bueno, macho, ¿quiés meteme esos centollos en el vasu. Ye
esti el pinchu de hoy. Home no me jodas”. Sin más palabres puso la
escoba en posición de descanso y metiose dentro el bar rezongando
por lo bajo: “Voy facete casu, porque si no mañana salgo en La
Nueva España”. Pero no podía seguir calláu, no. Al poco salió y
con esa sonrisa a lo Errolflín díjome que si prefería les
andariques a les mosques y mosquitos que pululaben por allí por la
tremenda luminaria que tién cuando amanéz y cuando oscuréz, en
clara referencia a ese hábito municipal de encender la iluminación
pública una o dos horas después de oscurecer y apagarla en el mismo
lapso antes de que amanezca, de tal forma que él, que abre su
negocio a las siete y media por aquello de los desayunos y to eso,
tiene que meter la llave en la cerradura por intuición. A palpu.
Y
debo de confesar que, aunque sea un poco cabroncete, en esto no anda
nada descaminado. Tanto a la noche como al alba es cuando más gente
se mueve, bien de salida, bien de recogida. A las siete de la mañana
mucha gente, por desgracia cada vez menos, saca su coche para ir a
trabajar a Oviedo, Gijón, o donde pinte y ya no hay luz. Y cuando
llega, a las ocho de la tarde, y quiere guardar su coche tampoco la
hay. Señora alcaldesa, tome nota por favor. Queremos mosquitos en
las farolas públicas. Y tú, amigu, quita eses andariques, hazles
picadillo o llévales p’al circo.
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