Cuando las apariencias no engañan
Cáesme
muy mal, tío. ¿Qué quiés que te diga? No se de qué me conoces, pero siempre
tienes que dame la vara cada vez que me ves por ahí. Y yo, que soy muy educáu,
aguántote pa no tener que mandate a tomar por donde la espalda se acaba, por la
parte baja. Además, yes feu de cojones, oye; tienes el culo pequeñu y la tripa
grande, barrigón. Pero ye que, por si fuera poco, güélete el alientu, cántate
el alerón y parez que no cambies de calzoncillos desde el últimu mensaje del
rey. Y ye que lo mismo da oíte que mírate, escuchate, vete o aguántate. Por eso
prefiero ignorate.
Luego,
resulta que lo sabes to. Ye igual que se hable de política, que de deporte, de
sociedá, de economía, que de muyeres. Da lo mismo, tú méteste en el matu y
grites como si tuvieras razón, y pa que te vea la gente como si fueras guapu y
listu. Pero el casu ye que no tienes ni pajolera idea de na, macho. Sin embargo
son los demás los que tan equivocáos, los que van en dirección contraria por la
carretera. Tú siempre en tus trece. “Vas decímelo a mí, hó. Lo que yo te diga”.
Y si te lo ponen en tela juiciu y quiés pruebes tampoco te vale meter el déu en
la llaga como Santo Tomás. Siempre tienes razón, aunque tés más perdíu qu’el
carro de Manolo Escobar, el probe.
Todos
conocemos a mucha gente que sin ver, oler, escuchar y aguantar a ciertos
personajes, y personajas, dicen y afirman convencidos: “que mal me cae”.
Últimamente oí a uno decir que le caía fatal Pablo Iglesias, el líder de esi
partido nuevu “Podemos”. Y ye que a esti ya-í caía mal el Pablo Iglesias
original. El que tién calles por tol país. Pero, ¿qué i vamos a hacer? El casu
ye que no es lo mismo que alguien te caiga mal sin conocerle, porque tú te caes
mal a ti mismu porque yes un repu, a que alguien te caiga mal porque no pués
soportalu con la vista, el olfato, el oídu y los otros sentíos. Hasta el del
humor. No ye lo mismo, no.
Cuando yo era chavalín, caíame horrorosamente un
tío con el que nunca había habláo. Ni siquiera había estáo nunca al lao d’él.
Pasaron unos años y, por circunstancies de la vida, conocilu y hicímosmos muy
buenos amigos, y aún lo somos. Pero, claro, él olía a Brut de Fabergè,
preguntaba antes de hablar y llevaba a les moces de calle. A lo mejor era por
eso por lo que no podía velu. Pero lo tuyo ye otru cantar, macho.
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