Un ojo perdido
Distinguida
señora: No se si es usted asturiana o no porque en estos tiempos
estivales en la playa de Luanco tanto puede encontrarse a alguien de
la tierra como a un madrileño, un bilbaíno o un candasín, por no
hablar de muchos langreanos que andan por ahí. Sea de aquí o de
allá y con todos mis respetos, permítame que me dirija a usted en
mi asturiano, el que hablo con mis amigos y con mi familia, y tantas
veces en estas páginas. Mire usté, cuando el otru día oí por lo
megafonía que se había perdío en la playa un güeyu de cristal y
que si alguien lu encontraba que lu entregase a los de salvamento,
quedé medio apijotáu. Porque, vamos a ver, en la playa de Luanco y
en to les playes piérdanse muches coses. Relojes, pulseres, anillos…
Fíjate tú (voy tuteate, que ye más íntimo), fíjate tú que
piérdense hasta los guajes y, aunque también lo anuncien los
socorristas esos que siempre anden con trajebañu coloráu, siempre
aparecen sin que se monte el pifostio que se armó con esi güeyu
tuyu. De hecho yo encontré una vez un guaje que se había perdío
porque la madre taba dale que te pego con el móvil y cuando-i lu
llevé poco más y méteme el móvil en el espacio intercostal, y el
guaje también. Desde entós no volví a la playa. Piérdense muches
coses en la playa, sí. Pero un ojo de cristal marrón, pa más
señes, no se pierde to los días. Seguro que ye el únicu güeyu que
se perdió en una playa mundial en tol verano, y si hubo más seguro
que ye el únicu que apareció. Aquí en Asturias somos así de
solidarios. Tú pierdes un guaje o un ojo de cristal y ponse to dios
a buscalos porque, al fin y al cabu, pa qué quier nadie un neñu o
un güeyu que no son d’él. Pa ná, pa devolvelu a su procedencia.
Ahora, no se te ocurra perder un Rolex o un bolsu de Carolina Herrera
que esos no los encuentra nadie. Créeme amiga, aquí somos muy así.
Eses menudencias no nos preocupen un pijo. Si Fulanito perdió el
Rolex que se joda y compre otru, sino pa qué quier les perres.
Además esí reló ta mejor en la mi muñeca que ye más fuerte,
varonil y delicá. Pero un ojo no ye lo mismo, así que tol mundo se
puso a buscalu y a escargatar la arena hasta que apareciese, como si
llegaben a Australia. Y, evidentemente, apareció y, supongo que,
después de la oportuna limpieza y desinfección volvió a su sitio
que es donde tenía que estar, no como el Rolex. Por eso te digo que
tuviste suerte de perder el güeyu, porque si llegues a perder el
reló o el marido igual no te los devuelven. Que hay muches tigreses
por les playes. Felicidades y hasta la vista.
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