Las cuentas para 2016
Imagínense que son propietarios de una casa ya amueblada que
están a punto de poner en venta, y para la que hay un sinfín de compradores
ciertos. Que antes de llevar la oferta a la inmobiliaria de turno establecen
una carga sobre ella, condicionando su habitabilidad a los futuros dueños. Que
les dejan estipulado cuánto han de ganar y cuánto de gastar para mantener el
inmueble como ellos lo llevaban hasta el momento del cambio en la propiedad.
¿Aceptarían ustedes eso en el caso de que estuvieran decididos a adquirirla?
Piensen en que, con toda certeza, les gustaría hacer alguna reforma. Cambiar el
cuarto de baño, el salón, las cortinas, el parqué. O la casa entera. Sin
embargo estando interesados tienen que pasar por ello, quieran o no. Pues esto
es lo que ha acontecido en este país cuando el gobierno del Partido Popular
elaboró los presupuestos del Estado para 2016 cuando, merced a las elecciones
generales que están a punto de convocarse, a principios de año este país tendrá
un nuevo gobierno que, aunque sea del mismo signo, habrá de cargar con esos
presupuestos que acabarán por ser aprobados dada la mayoría absoluta de que
disponen los populares. Curioso e inaudito. Nunca visto en las democracias
occidentales.
Tampoco es habitual que se inicie el curso político en el mes
de agosto, inhábil y vacacional a estos efectos. Pero como las normas están
para ser obviadas cuando los que mandan así lo deciden, este martes hemos
asistido al debate presupuestario que, sorprendentemente, más pareció un debate
sobre el Estado de la Nación o una guerra de mítines electorales. Poco o nada
se habló de presupuestos. De las partidas para educación y sanidad, y del real
destino que piensan dar a los dineros públicos. En cambio sí hablaron de lo
bien que lo hicieron en su mandato y de que son el único partido que puede
salvar a España y, por el otro lado, de que son un gobierno sin norte que ha
empobrecido el país y que, cuando ellos lleguen, derogarán la ley
presupuestaria. En resumen, un debate en clave electoral para la historia.
Montoro chuleándose con Sánchez y éste dirigiéndose siempre al presidente Rajoy
que se regocijaba en su escaño del lamentable espectáculo que estaban dando los
púgiles para luego al salir del hemiciclo dar al de Hacienda una palmadita en
la espalda. Con este espectáculo empieza la campaña.
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