miércoles, 2 de septiembre de 2015

BAJO EL BRAZO



Los ahorrillos



Vean a un hombre caminando siempre con el mismo itinerario. Sólo. Rara vez le he visto acompañado o parado en la calle conversando con alguien, un vecino, un conocido. Se hace acompañar de un bastón que no necesita, indistintamente en cualquiera de las dos manos. Muchas veces lo trae bajo el brazo y no se le aprecia cojera alguna o defecto que requiera de un apoyo. Sombrero desigual de paja en un día nublado que amenaza lluvia. Gafas de sol, en una mañana que pronto se teñirá de oscuro. A lo lejos se ve un relámpago. No tardará en llover. Bajo su brazo derecho -el izquierdo en ocasiones- casi siempre trae un semanario de economía en color sepia que es separata del correspondiente diario de tirada nacional del domingo anterior. O de hace varios domingos (no alcanzo a leer la fecha), porque lo único que se observa en grandes letras es el título de la publicación, por todos conocida y que hace referencia al crecimiento hacia todos partes. Da largos pasos y se dispone a cruzar un puente. A la mitad se para, mira su reloj y da la vuelta. Apurado, cambia el bastón de mano. Como en un ritual.
Le conozco hace años pero nunca hemos intercambiado palabra alguna, ni siquiera un hola o un hasta luego. Y sabiendo de sus rarezas no paro de preguntarme qué es lo que le interesa de una publicación económica que no entiende ni el más avispado bancario. ¿O acaso lo lleva para envolver el bocadillo? Ya se, seguramente quiere la publicación para estar al tanto de las fluctuaciones de sus valores mobiliarios. Aquellas “matildes” de Telefónica que anunciaba el recordado José Luis López Vázquez. Pero, si el periódico ha salido el domingo, ¿por qué lo trae consigo todos los días? Ya se, quiere asegurarse de que sus acciones no han perdido valor en bolsa. O lo han ganado. Debe de ser olvidadizo.
Entra en un bar, pide un agua mineral que bebe de un trago, y se va. Le sigo con la mirada hasta que se pierde en una esquina de la calle. Pasan unos minutos y vuelve a pasar delante de mí, en la dirección contraria a la que se había ido. Parece que tiene prisa y se pierde por la esquina contraria mirando su reloj y cambiando de mano su bastón. Con su sombrero y sus gafas oscuras. Con su periódico sepia bajo el brazo.

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