Una Europa sin fronteras
Después de diez años de haber sido firmado el tratado en la
ciudad que le da nombre, en 1995 entraba en vigor la operatividad de una Europa
sin fronteras interiores de la que hoy forman parte veintiséis países.
Schengenland (espacio Schengen) brinda a los habitantes de estos países, y a
todos aquellos que allí se encuentren, el derecho de circular libremente por
ese espacio sin ser obstaculizados por las antiguas fronteras políticas y
administrativas que los separaban. Esa es la teoría y la permisibilidad
jurídica que, sobre el papel, elimina las lindes en casi toda Europa
Occidental, pero sin embargo los hechos que están teniendo lugar en estos momentos
ponen muy en entredicho la virtualidad del tratado. Ahí están las decenas de
miles de refugiados, principalmente sirios e iraquíes, que huyen de una muerte
cierta en sus países inmersos en guerras fratricidas entre castas y facciones
musulmanas, con el yihadismo terrorista de por medio. Ahí están tal y como
tuvieron que marcharse, con lo puesto y con la esperanza de llegar a algún lado
donde reside algún familiar que pueda acogerles y proporcionarles la seguridad
que no tenían y que tampoco tienen en la actualidad. Van sobre todo con destino
a Alemania y a los países nórdicos. La mayoría no tiene otra intención
distinta, sin embargo no se lo permiten. Hungría forma parte de la zona
Schengen, pero en Budapest se ha detenido su esperanza y su derecho de asilo.
Un derecho recogido en la Carta de Naciones Unidas, en nuestra constitución y
en todas las de los países de nuestro entorno, incluido el magiar.
Para mayor dislate, cuál no sería nuestra sorpresa cuando nos
enteramos de que el gobierno húngaro pretende legislar por la vía rápida para
sancionar con años de cárcel a todo
aquel “sin papeles” que esté en estas circunstancias. Les faltarán centros
penitenciarios para acoger a todos los refugiados que ya están y a muchos más
que llegarán. Por el contrario, Islandia que no pertenece a Schengenland, y que
tiene poco más de tres millones de habitantes, se ha ofrecido para acoger a
decenas de miles de estos refugiados, mientras el Reino Unido y España parece
que ha dejado de mirar para otro lado tras la reunión de la semana pasada entre
Merkel y Rajoy. Por fin reconocen que son personas, no números.
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