El caso Wolkswagen
Con lo serios y formales que parecían estos teutones y
resulta que estaban engañando al mundo entero. Claro que no nos referimos a
todos ellos, o sí. Pero es que lo de estos señores de la primera marca de
vehículos clama al cielo. Once millones de coches diésel fabricados
intencionadamente con un trucaje en su software que enmascara la emisión de
gases contaminantes produciendo un resultado por debajo de los límites legales
cuando son sometidos a inspecciones técnicas. Esto es que a través de su GPS el
buga detecta que le están sometiendo a un examen y, automáticamente, se sitúa
en condiciones de superarlo, sin embargo en condiciones normales de circulación
el coche contamina la de su madre. Cinco veces más de lo permitido. O diez,
vete tú a saber, porque ya puestos, donde va el asa que vaya el calderu. Esto
es lo mismo que si a usted le da un infarto de los gordos y tras unos días en
la UCI, otros en planta, un triple bypass y un tratamiento concienzudo, le
someten a una prueba de esfuerzo para comprobar el estado de la patata y
proceder al alta hospitalaria. Y para esa prueba le sientan cómodamente en un
sofá. Nada de caminar por esa cinta que, a veces, se dispara y nos agota. Como
resulta evidente el cardíaco pasa la prueba y para casa. Al mercado a seguir
contaminando lo que no está escrito.
El caso es que este asunto de tantísima gravedad descubierto
por los americanos en los coches Wolkswagen pone en solfa a todos los
fabricantes de diésel en el mundo. La prueba la hemos tenido en sus
cotizaciones en bolsa después del martes pasado en que se descubrió el tomate.
Y aunque, en un principio, se dijo que el asunto sólo afectaba a los autos
enviados al otro continente, no se tardó en descubrir -como resulta palmario-
que la pequeña trampa en el programa de limpieza y depuración de emisiones
contaminantes estaba ya en la línea de fabricación. En todos, porque resulta
evidente que esas líneas no van a discriminar si un coche va a ser destinado
para su venta en Ohío, Miami, París o Tarragona. Resultaría poco menos que
imposible. Al final, como ha dicho el ya dimitido presidente de la marca
reconociendo el fraude, la han cagado como Rajoy con los “Catañoles”. Así que
ahora tienen que ir preparando la viruta para pagar multas, indemnizaciones y
todo lo que venga detrás.
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