Cosas de peques
El ingenio y la inocencia de los niños son dignos de figurar
en las enciclopedias más prestigiadas, o en la Wikipedia, ahora que ya no se
lleva el papel y todo está en la red. Acaba de empezar el curso tras un largo y
cálido verano en el que han crecido y aprendido, sobre todo esas cosas que no
están en los libros de texto, picardías y maldades. Pues érase que se era, en
un pueblo no muy lejano, que un maestro decidió iniciar sus clases con algo
ligero: El significado de lo “orgánico” en contraposición a lo propio en lo
“inorgánico”. Mirad, dijo dirigiéndose a sus nuevos alumnos, orgánico es todo
aquello que procede de un ser vivo y animado, por ejemplo una célula, un pelo,
una uña, la hoja de un árbol. Algo que tiene vida propia y cambia o muta con el
paso del tiempo. Sin embargo, inorgánico es todo lo contrario, es algo
inanimado, inerte. No cambia ni muta. Por ejemplo una piedra, un cristal, el boli
que tenéis en la mano. ¿Habéis comprendido? Silencio de asentimiento. En un
pupitre de atrás se alza una mano que requiere la atención del maestro. “¿Qué
pasa Manolín, tienes alguna duda?”. Profe, ¿puedo consultar el diccionario?,
dice el peque (el profesor siempre les recomienda tenerlo a mano para resolver
cualquier duda). “¿Qué ocurre, no me he explicado bien, tienes alguna duda?,
¿qué es lo que quieres buscar?”. “Quiero ver qué es lo que significa orgasmo”,
replica el zagal. El maestro, un veterano curtido en mil batallas, queda
pensativo y con una sonrisa contesta: “Mira, Manuel, eso que preguntas no tiene
nada que ver con las palabras de las que estamos hablando, aunque tenga una
raíz parecida. De todas formas voy a explicarte el significado de esa palabra
que tanto te interesa sin que tengas que consultar el diccionario. A ver, dime
algo que te guste mucho, que te produzca placer”. Manolín queda pensativo y,
tras unos segundos de reflexión, contesta: “los helados de vainilla, profe. Eso
es lo que más me gusta”. “Pues eso es orgasmo, Manuel. Comer un helado de
vainilla”. Y con esta sencilla y breve explicación el maestro deja zanjado el
pequeño aprieto al que le acababa de someter su alumno. Ya habrá tiempo para
una clase al efecto o para que en su casa, o por sí mismo, descubra que hay
algo más placentero que los helados. A estas edades no parece muy oportuno
originar la pérdida de la inocencia, ¿no les parece?
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