La crisis china
Después de más de ocho años de crisis global provocada por la
quiebra de Lheman Brothers y el desmoronamiento de las economías occidentales,
quien creció hasta convertirse en la segunda economía mundial ha entrado en
recesión hasta el punto de haber devaluado su moneda en tres ocasiones en este
último mes. China, el gigante asiático, tiene al mundo entero en un suspiro
permanente al ver disminuidas sensiblemente sus exportaciones que constituyen
una parte importante de su PIB, de manera que reduciendo el valor de su moneda,
el yuan, puedan equilibrar su balanza y atemperar su incipiente crisis. Si ello
supone que tendrán que pagar más por sus importaciones, es evidente que estas
habrán de verse reducidas de igual modo, sobre todo en lo que a materias primas
se refiere. De manera que quienes les suministran aquellos bienes y productos
de los que ellos carecen se ven afectados en sus respectivas exportaciones con
todas las consecuencias que ello acarrea. Alemania la primera, y tras ella toda
la UE, incluido nuestro país que, según los que mandan en él (no sabemos por
cuánto tiempo más) estaba saliendo del pozo y era el que más crecía dentro de
la Unión. Miedo nos da, más bien pánico.
En una Europa convulsa por el complicado y casi inabordable
problema migratorio, cuando Italia y Grecia se ven desbordadas por la multitud
de refugiados y emigrantes que, tras haber logrado salvarse de las fauces del
Mediterráneo, se apiñan en las fronteras y ante la entrada del Eurotúnel en
Calais, esta cierta amenaza de una nueva crisis económica nos sitúa ante los
prolegómenos de algo ya conocido pero no por ello menos grave y peligroso.
Máxime si hemos de tener en cuenta que la nueva enfermedad ataca a un enfermo
en fase de rehabilitación. Si en estos últimos años la consigna fue salvar a
los irlandeses, lusos, españoles y griegos -que aún no están salvados, y mucho
me temo que jamás lo llegarán a estar-, ahora se trata de echar un cable a los
asiáticos. Porque a las economías occidentales no les conviene, ni les interesa que China se venga abajo. El actual
equilibrio de civilizaciones se haría añicos y tal vez nos situaríamos en el mismo
lugar donde ya estuvimos durante la guerra fría. O peor, si aún cabe. Y esto ya
no es moco de pavo. Las bolsas se desploman y el mundo entra en coma.
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