sábado, 1 de agosto de 2015

INVISIBILIDAD



Lo que hay tras el espejo

Aún está por inventar, aunque dicen que los americanos ya han llegado a acercarse científicamente a esta deseada utopía con aquello de los aviones espía, esos que escapan del control de los radares al tiempo que vigilan lo que hacen los sirios, los afganos, y también Gela y Mariano el nuestru. La verdá ye que todos quisiéramos en alguna ocasión el tener la posibilidad de ver sin que nadie nos vea a nosotros o mirar sin que nos miren. Pues, mira tú por dónde, hay veces que nosotros podemos hacerlo como los yankees. Veréis, el portal del edificio donde vivimos tiene unos cristales de espejo que permite ver la calle desde adentro sin que te vean los que pasan, a no ser que se encienda la luz de la escalera. De manera que cuando estamos a punto de salir a la calle, y sin quererlo, vemos de todo, oye. No vamos cerrar los ojos y danos un hostiazu contra la puerta. Desde la moza que se acerca a comprobar si va bien de colorete y no se le ha corrido el rímel, se retoca el pintalabios o se coloca bien el pelo, hasta el pavo que se hurga la nariz y se saca un no se qué con el que fabrica una pelotilla que luego pega en la fachada o en un timbre. El muy guarro.
El invento este de las puertas y ventanas con espejo da para mucho. Es igual que esos cuartos secretos que hay en las comisarías de Policía donde se hacen las ruedas de reconocimiento. Donde al otro lado ponen a cinco o seis paisanos o muyeres -casi siempre con males pintes- para que el testigo o denunciante de turno identifique al cabrón que-í robó el bolsu o a la raterilla que escapó de la mercería sin pagar la bata de andar por casa. Lo que ocurre ye que, algunes veces, el perjudicáu acaba por señalar con el deu a uno o una que resulta ser miembru o miembra de les fuerces y cuerpos de seguridá del estáo que pusieron allí, rodeando al sospechosu, porque sólo teníen a un malu y tuvieron que acompañalu de algunos buenos a los que previamente habíen dicho: “vosotros o vosotres poner cara de hideputa, como la de esi cabrón. O esa Maripuri”, “y que no se os vea la placa ni la pistola, joder. Que hay veces que parez que andáis empanáos”. Pues desde dentro del mi portal pasa algo parecío. Desde allí ves pasar los coches, al barrendero y a les muyeres que comprueben si están divines de la muerte, o a los paisanos poniéndose de lao pa ver lo que yos creció en bandullu. Ye lo que tienen los espejos.

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