La maledicencia ibérica
Con razón o sin ella, cuando te cuelgan una, cuesta un triunfo
desprenderse de ella y, en muchas ocasiones, la llevas de por vida. Hundir el
prestigio o la buena imagen de una persona es fácil, solo consiste en dejar
caer una infamia sobre su currículo para que la inercia de la crueldad social
la multiplique y la propague sin piedad. Da igual que algo presuntamente
difamatorio contra alguien llegue o no a los tribunales, la sentencia popular
es inmediata desde el momento en que la noticia está en la calle y, además,
casi siempre es condenatoria. Nos encanta sacar trapos sucios de nuestro prójimo
y, luego, refocilarnos en las consecuencias que ello reporta al perjudicado.
Creamos la llaga y después ahondamos en ella, intentando hacer el mayor daño
posible. Esto es lo que viene ocurriendo en los últimos tiempos en la vida
sociopolítica de este país. Que el nombramiento de Wert como embajador ante la
OCDE ha sido una cacicada, etiqueta de amiguismo para Mariano; que Luisincaio
es un poco amanerado, etiqueta de homosexual; que el alcalde de Langreo viene a
trabajar en su coche, etiqueta de que ya no viene en bici y no se muestra a los
ciudadanos. El caso es calificar gratuitamente. En el fondo la solución que
haya de darse a esta manía de lo español nos importa a todos un pimiento
porque, en definitiva, no vamos a dejar de tener esa proverbial costumbre
ibérica de calificar hasta lo incalificable. Lo que ocurre es que, de no ser
por estos affaires no tendríamos de qué hablar y, con toda seguridad, estas
páginas y los espacios televisivos y radiofónicos se verían, todos ellos,
privados de más de la mitad de sus contenidos, se consumirían menos medios de
comunicación, como consecuencia de ello habría menos publicidad, menos consumo,
menos trabajo y mucho más paro. Por eso Duke quiere proponer, como medida para
combatir y paliar esta situación por la que pasamos, que desde los poderes
públicos se aliente, aún más si cabe, el libelo, la difamación, la calumnia y
el descrédito del vecino. Etiquetar a diestro y siniestro, ésta será la forma
de aumentar los contenidos de los medios, la publicidad, el consumo y los
puestos de trabajo. Creemos que ya lo hacen aunque, pensándolo bien, sería
mejor, y más saludable para todos, que utilizaran otros remedios más limpios y
menos cruentos. Por ejemplo, preocuparse de lo propio.
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