Casualidades como ésta se dan muy de vez en cuando, pero como
las meigas haberlas haylas. Ocurrió hace bastantes años. Dos langreanos, él comerciante
de Sama y ella enfermera de la Felguera, se encontraron en Tokio. Sólo se
conocían de vista pero, como es lógico, tuvieron que saludarse. “Pero bueno, ¿y
tú que haces aquí?”, preguntó él. Y ella -muy viajada por cierto- respuso sin
inmutarse, “estoy esperando la candonga”. Se refería a un autobús célebre en la
villa de Pedro Duro que trasportaba a las gentes en la ruta a Gargantada y
Garbayín en la década de los sesenta.
Seguro que algo parecido le había ocurrido a esta señora en otras
ciudades del orbe. Y es que aunque esté lleno de mocos, como dicen algunos, el
mundo es un pañuelo. Vean ustedes si no es así. Todavía el año pasado un
sobrino mío, el hijo de mi llorado hermano Boni, después de dar una conferencia
en Sudbury, una universidad canadiense en Ontario, que como es evidente
pronunció en inglés, se le acercó alguien hablando en asturiano que dijo ser
español que llevaba años allá y que, cuando venía a Asturias, paraba mucho en
cierto restaurante de la cuenca que nosotros frecuentamos desde hace muchos
años: La Pomarada del Condado. Ambos hablaron largo y tendido de arquitectura,
objeto de la charla, y sobre todo de lo de aquí. Meses más tarde pregunté en El
Condado por aquel señor, cuyo nombre no recuerdo, y efectivamente resultó ser de una familia
bastante conocida en los alrededores.
Pero si estas son coincidencias suelen darse, aunque sean
escasas, hay otras más habituales y no por ello menos comentadas. ¿No me dirán
ustedes que nunca estuvieron en “La calle del Coño” de Benidorm?, que talmente
parece nuestra calle Dorado en plenas fiestas de Santiago. Una peatonal de la
ciudad alicantina donde ves a más gente de aquí que de ningún otro lugar: “Coño
Luisinacio, si ayer vite en Tuilla, ¿viniste a tomar el sol, o a tócame a mí
los gemelos?, que véote en to los laos”. “Meca, Maripuri, ¡vaya moreno que
pillaste, seguro que ye de lámpara”. Pero la ciudad por excelencia donde se dan
estos encuentros casuales es en Gijón, en su muro y en la Feria. Hoy domingo,
que le doy a la tecla, es el día de Langreo y allí se encontrarán cientos de
nuestros vecinos. Duke y yo marchamos p’al Alto Nalón. Solos.
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