A pie de unas más que ciertas elecciones la peña, salvo Rita
Barberá, empieza a aprender a conjugar el verbo “dimitir” porque es que hasta
ahora sólo sabían hacerlo con el “tengo” y “to pa mí”. Momentos difíciles por
los que pasan los populares que, pese a la confianza que el jefe siempre dice
tener en todos, están comprobando como no hay un día en que no se descubra una
nueva felonía. Primero fue el ministro Soria, que renunció porque estaba en
funciones, y ahora lo hace el alcalde de Granada, su segundo y la concejal de
urbanismo que, evidentemente, estaban en construcciones. Y cada vez se hace más
duro de llevar eso de las peticiones de comparecencia del presidente para dar
explicaciones. ¿Cómo va a explicar estos desmanes Mariano, si no lo entiende ni
él mismo?, de manera que les toca a los nuevos incorporados a la dirección de
Génova, a Pablo Casado, Maillo, Maroto y al de la moto, que están hartos de
salir a dar la cara por los corruptos, los que salen en los papeles de Panamá y
por el resto de la dirección del partido que ya no saben qué milonga van a
contar a la opinión pública, salvo aquello de la presunción de inocencia.
El caso es que en estos últimos tiempos en que la crónica de
tribunales queda restringida a los políticos que van desfilando por ellos, de
presuntos inocentes se han tornado en cuasiseguros culpables. Porque díganme
ustedes si después de asuntos como Bankia, y unos cuantos más, no era
previsible que Rodrigo Rato apareciera con más de tres millones y medio en los
papeles del país del canal. ¡Pues claro! Y quizás pasados unos días, al igual
que Soria, aparezca en los de Jersey o Luxemburgo. Ahora es Aznar quien tiene
problemas con Montoro, así que no me extraña que Casado y compañía estén hasta
el moño de apagar fuegos y echar balones fuera. Los de la gaviota deberían de
ir pensando en hacer una limpieza general en sus filas, dimisiones incluidas.
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