Secretos en voz alta
Sentado en el parque Dorado cerca de dos damas con mis
sentidos en otro lado oí una parte de cierta conversación que, sin hacerlo de
forma textual, paso a relatar con la ayuda de mi amigo. “Pues lo que te estaba
diciendo, fía, el otru día Luisinacio cuando marchó de casa a trabayar dejó
olvidáu el móvil encima la mesita y la muyer, Maripuri, al ir a hacer les cames
violu y entroí la curiosidá. A ver por qué el so hombre taba tol santu día dale
que te pego con el feisbú, el guasab y toes eses modernidades. Díjome Mariloli,
que ya sabes que ye la mejor amiga que tién, que el muy cabrón hablaba to los
días po la noche con una rubia de Guadalajara durante más de una hora. Que si
qué guapa yes, qué buena tas y más coses íntimes d’eses que sólo se dicen les
parejes cuando tienen un lío de los gordos”. Dice una de ellas, mientras la
otra muerde el labio inferior como diciendo,
“No lo creo, con lo buen rapaz que ye el marido”, que lo dijo después. Y
dice la primera, “pues sí, fía, ye verdá porque el otru día hablando con la
peluquera a la que voy, y también les dos amigues, salió a relucir el tema y
dijeron que haz una semana él marchó pa Oviedo tol día a no se qué. Pero que
vino con un olor muy raru de una colonia de muyer que no ye la que usa
Maripuri. Así que seguro tuvo una cita a ciegues d’eses con la manchega y que-í
pon los cuernos desde haz muchu tiempu”. Pero bueno, dice la otra, ¿y que va hacer
Maripuri, poneí un investigador priváu y separase, o daí un sartenazu pa que
s’entere? Y dice la primera, “pues no se, guapa; lo único que te puedo decir ye
que ta muy preocupá y pa mí que está cogiendo una depresión bestial. No para de
ir al siquiatra esi tan saláu del Entrego. Pero tién miéu que la gente s’entere
po la calle y empiecen a señalala con el déu. Así que por dios te lo pido, no-í
lo digas a nadie. Ni al tu hombre”. “Soy una tumba, amiga”, dice la segunda.
“Esto queda entre tú y yo”. Y Duke que lo oyó, va y lo casca.
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