Los que llaman a las puertas
Arancha, la del Círculo |
De esos que ustedes que ustedes están pensando hablaremos en
otra ocasión. De quienes se han dejado, y aún se dejan la piel en el fondo de
la tierra. Hoy tocan ésos, los que llaman a la puerta de nuestros domicilios
insospechadamente cuando están a punto de quemársete las lentejas o estás en lo
más interesante del culebrón de la tele. Sin avisar antes ni cita previa, cagon
to. Aunque hoy en día con el invento de los telefonillos y los videoporteros ya
es más difícil que estos individuos se filtren en los edificios. Y si bien hay
vecinos que abren indiscriminadamente a cualquiera que toque el timbre desde la
calle, así y todo lo hacen. Cada vez tienen más depurada su técnica. Aprovechan
la visita del cartero o la entrada de cualquier vecino para entrar donde no han
sido llamados e intentar vender su producto. Libros, aspiradoras o robots de
cocina, cambios de operador de telefonía y la biblia en verso. Nunca mejor
dicho, esos son de los más habituales. Esa pareja de señoras ya maduras que
educadamente y con voz de catedral te anuncian el advenimiento del reino de los
cielos o del que está por llegar, que Duke aún duda si se refieren a Pablo
Iglesias o al mismísimo Zapatero resucitado. Pero como ya conocemos el percal,
también de forma educada, les decimos que somos ácratas convencidos y los mismo
que hemos abierto cerramos cortésmente. Luego está Arancha, la del Círculo, que
llega con la última novela de Ken Follet y te tiene media hora a la puerta
contándote que si ye la continuación del anterior que tuvo tantu éxito y bla,
bla, bla, mientras ya hueles a quemáo. Poco más que-í falta leételu allí mismo.
Pero de todos estos visitadores sorpresivos hay algunos que pican
a la puerta uniformados con mono gris con franjas color naranja fosforito y
provistos de destornillador, alicates y un maletín donde no se qué coño traen.
Esos ya van más allá y quieren entrar en casa porque dicen que son de Pepoil y
van a revisar el gas. Y tú quedes tóu asustáu porque el gas revisose el mes
pasáu, pero déjeslos pasar porque tienen cara de ser buenos rapazos y, mientras
tú revises les putes lentejes, márchente con to lo que encuentren a mano. Pa
eso ye el maletín. Pero también pué pasar que no tengas gas y entonces lo mejor
que pués hacer ye dái al puntu una patá en los gemelos mientras le dices que tú
no picas y que vaya a revisase los bajos fondos que los tién perjudicáos.
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