Dos mujeres al volante
Y es que en cuanto ven un espejo retrovisor, si es que lo
ven, echan mano del bolso para sacar la barra de labios, el lápiz de ojos y, de
paso, los utensilios para empolvarse la nariz. Son así, macho. El caso es que
Duke no sabe muy bien cómo contar esta sin correr el riesgo de que nos corran a
gorrazos. Harían falta videos, aparatos topográficos o, cuanto menos, un
esquema. Pero aquí no contamos con esas facilidades, así que vamos a ello. Vean
ustedes a dos damas de edad similar que conducen sendos coches pequeños y
buscan aparcamiento. Las llamaremos “A” y “B” para abreviar. Delante de mi casa
hay un aparcamiento para tres y dos plazas ocupadas, la segunda y la tercera en
orden de la marcha. Sin embargo otra dama está entrando en su vehículo. A se
coloca en paralelo al bolardo que limita el párking y comienza la maniobra de marcha atrás para
estacionar sin esperar, o sin percatarse, de que la dama de atrás va a salir,
de manera que ya medio introducida en el sitio libre impide que el coche de
atrás salga libremente y tenga que maniobrar para ello. Al final lo consigue y
se va al mismo tiempo que llega la dama B, que coloca su vehículo en paralelo
junto al de A e inicia la maniobra de aparcamiento. Las tres plazas están
limitadas por bolardos, la acera y ocho líneas discontinuas que limitan el
estacionamiento, de manera que A, cuando cree que ya lo ha logrado, echa el
freno de mano, coge sus cosas y sale del coche, mientras B sigue atrás y
adelante, volante a izquierda y derecha, intentando ocupar correctamente el
poco sitio que le ha dejado A que, cuando se baja comprueba que el coche ha
quedado muy separado de la acera y supera las líneas. Vuelve a entrar en su
coche y, de nuevo, atrás, adelante, izquierda y derecha. Tres o cuatro
maniobras idénticas. Igual que la dama B. A saca la cabeza por la ventanilla
para comprobar si se ha acercado a la acera. Parece que sí. Freno de mano,
bolso y a la calle, mientas B suda gasolina entre sus dificultades con la
estrechez y las molestias de A de tanto para adelante y atrás. Duke y yo lo
vemos todo, alucinados. Al final,
después de quince o veinte minutos de maniobras de ambas, como en un acuerdo
tácito, A y B echan sus frenos de mano, cogen sus bolsos, salen de sus
respectivos bugas y examinan el resultado que es el mismo que al principio. Las
dos se van juntas charlando. La dama B vuelve y pliega el retrovisor derecho.
Eso explica lo dicho al principio.
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