In memoriam
Una de las últimas misas de Don Luis en las Fiestas de San Román de Lada. Con el Coro Santiaguín. |
Podemos
asegurar que hoy Duke escribe para Langreo entero, pero muy
especialmente para los que fueron, son y serán vecinos del distrito
de Lada, porque hoy lunes, dia 22 de julio, se cumplen cincuenta años
de la llegada de Luis Fernández Alonso al pueblo de los gatos y de
La Fuente del Güevu, de los ilustrados Sabino Alonso y Tino
Cordeles, el pueblo que me vio nacer y, en consecuencia, adoptó a
Duke desde un principio.
Nacido
en el seno de una familia humilde en la aldea de San Juan del Coto,
popularmente conocida como “El Cutu de Areñes”, su vocación
sacerdotal le llevó al Monasterio de Valdedios donde con once años
de edad inició su formación religiosa y, dado que el Seminario
Metropolitano de Oviedo aún no disponía del Pabellón de
Humanidades, permaneció durante dos años más en el monasterio de
Arbás hasta su definitivo ingreso en el seminario ovetense. Tenía
veintidós años cunado fue ordenado sacerdote en Mieres por el
entonces Obispo don Segundo de Sierra, oficiando su primera misa
solemne dos meses más tarde en la capilla de su pueblín natal, El
Cutu. Luego llegaron los destinos, Porceyo y Fresno en Gijón, Poago
en Veriña y Sotiello cuando, al poco, fue requerido por el obispado
e informado de que sería trasladado a Lada. Habían pasado poco más
de tres años, y un joven cura de veintiséis años llegaba con la
maleta repleta de ilusión al fabril pueblo langreano, un pueblo de
mineros y trabajadores de la industria. Duro Felguera, Proquisa,
Derko…, y también de muchos campesinos de la multitud de pueblos
que conformaban y, aún lo hacen, la parroquia de San Antonio de
Padúa, santo bajo cuya advocación se había construido la iglesia
ladense años atrás puesto que la parroquia anterior estaba
residenciada en San Miguel, en honor a ese santo. Don Luis sustituía
como párroco a un ya anciano Don Román, cuyas ostias fueron
célebres y aún lo son entre los más viejos del lugar, que lo
primero que hizo fue darle una orden, ir a tocar las campañas de la
iglesia. Y, durante diecisiete años, peregrinó por Lada en vespa,
quedándose primero en casa de Maruja la de Balán -en cuyo tiempo
fuimos vecinos, siendo yo un mocoso- y luego en casa de Violeta la
del Chato que, hay que decirlo, es quien amablemente me proporciona
gran parte de la información que ustedes están leyendo. Pasados
esos años adquirió una vivienda cercana a la iglesia, donde vive, y
de la que en multitud de ocasiones ha manifestado que dejará a su
sucesor cuando se vaya.
Hombre
cercano, tranquilo y bueno donde los haya. De tertulias en el antiguo
Recreo (La Pista), en casa Nedino donde hacía sus comidas a diario
en los últimos años. Amigo de todos, sin una mala palabra para
nadie, y emprendedor. Sus excursiones veraniegas fueron célebres en
el contorno. No en vano el pueblo se quedaba casi vacío porque
llegaron a fletarse más de treinta autocares que no cabían a lo
largo de las calles de Lada, llenaban Arriondas o Llanes o cualquier
otra población donde hacían parada para desayunar o merendar. Las
excursiones de don Luis fueron célebres y puedo decir que asistí a
un sinfín de ellas. Más tarde se tornaron en viajes más largos, de
una semana o más de duración y ya fuera de la región e incluso del
país. No hace más de diez días regresó de Irlanda con un grupo de
ladenses.
Muchas
y buenas cosas pueden decirse de este hombre humilde y cordial que ha
sido una gran parte de la historia de los últimos cincuenta años de
mi pueblo, de Lada. Se que don Luis es poco dado a elogios y
agasajos, máxime si ellos giran sobre su persona y, por ello, hoy no
habrá ninguna celebración especial que conmemore la efemérides.
Sirva este humilde artículo, que escribo a petición de Violeta y
Alberto, como homenaje a este entrañable y querido párroco, con mis
deseos y los de todo un pueblo de que sea acompañado por la salud y
la felicidad en los próximos años, y que sean muchos. Nuestro
cariño ya lo tiene.
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