sábado, 1 de noviembre de 2014

TRUCO O TRATO

 La fiesta celta y El Tenorio

Hace unos días he oído en algún sitio que, actualmente, en España tiene casi tanto o mas predicamento comercial la celebración de Halloween que la propia del Carnaval. Me refiero a todo el ceremonial que el marketing hace girar sobre estos eventos paganos, como puedan ser los disfraces, las fiestas, los desfiles, etc., etc. “Jalogüin” es una fiesta proveniente de la cultura celta que se celebra en los países anglosajones en la noche del 31 de octubre, principalmente son Estados Unidos (todos), Canadá, Irlanda y el Reino Unido los que, tradicional e históricamente (desde 1864), lo han celebrado, pero la fuerza expansiva de EE.UU., y sobre todo de Hollywood, ha hecho que se haya popularizado también en otros países occidentales, como el nuestro, porque es que en España cualquier pretexto es bueno para andar de parranda, hasta tal punto que, con seguridad, cuando estas lineas vean la luz hoy sábado día de Todos los Santos, muchos espíritus trasnochadores aún estarán de romería sin saber qué es lo que realmente celebran o a quien tienen que dar un buen susto.

La historia de Halloween se remonta a hace mas de 2500 años, cuando el año celta terminaba al final del verano, precisamente el 31 de octubre de nuestro calendario. Como ocurre hoy en día, el ganado era llevado de los prados a los establos para pasar el invierno, y ese último día se suponía que los espíritus de los muertos salían de los cementerios y se apoderaban de los cuerpos de los vivos para resucitar. Para evitarlo, los poblados celtas, ensuciaban las casas y las decoraban con huesos, calaveras y cosas desagradables a fin de ahuyentarlos. Pero, esa noche, no solo vagaban los espíritus de los muertos sino toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales, de entre los que había uno, terriblemente malévolo, que deambulaba por pueblos y aldeas yendo de casa en casa ofreciendo “Truco o Trato”. Este era, según la leyenda, el espíritu de Jack O'Lantern que usaba sus poderes para hacer “truco”, maldiciendo la casa y sus habitantes con toda clase de infortunios, como enfermar a la familia, matar al ganado con pestes, o hasta quemar la propia vivienda. El dueño de este espíritu había tenido una reputación de persona tan malvada que rivalizaba con el mismísimo Satanás. Con ese nombre se conoció a la famosa calabaza de “Jalogüin”. Por eso siempre era mejor aceptar el “trato” que, años mas tarde y hasta la actualidad, adoptaron los niños para ir por las casas y obtener golosinas so pena de gastar a sus habitantes una pequeña broma como la de arrojar huevos o espuma de afeitar contra la puerta.

Los pueblos celtas comenzaban sus ciclos temporales por la mitad oscura: la jornada se iniciaba con la caída del sol, y el año con el principio del invierno. Así, con el “Samonis”, que equivalía a nuestro 1 de noviembre, los celtas iniciaban el invierno con festejos que concluían con la “fiesta de los muertos”. En el año 998, San Odilón, abad del monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre la festividad de Todos Los Fieles Difuntos en la orden benedictina. En el siglo XIV Roma lo aceptó y extendió a toda la cristiandad. Y así completamos el ciclo, todo él de origen pagano: 31 de octubre “Jalogüin”, 1 y 2 de noviembre días de “Todos los Santos” y “Los Fieles Difuntos”, respectivamente.

Hace muchos años, y esto es rigurosamente cierto, cuando las gentes tenían el miedo y respeto por los cementerios que hoy no se tiene, ocurrió en Lada que a un enterrador que se pasaba el tiempo en el camposanto, las gentes le preguntaban si no tenía miedo, a lo que, adusto, les replicaba que solo eran muertos. Un buen día, un vecino, sabiendo que nuestro protagonista almorzaba sentado contra la tapia y justo donde había un pequeño hueco, metió por él la mano y lo zarandeó al tiempo que, con voz de ultratumba, decía su nombre. El enterrador azotó su bocadillo y, aterrorizado, corrió hasta Lada sin parar gritando desaforado: “los muertos están vivos”.

Pero lo que a realmente nos gusta no son calabazas iluminadas, santos ni difuntos. Nos chifla aquello de “Clamé al cielo y no me oyó, mas si sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra, responda el cielo, y no yo”. Esto es lo que Duke piensa: “Aquí está Don Juan Tenorio, para quien quiera algo de él”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario