Después del 9-N
Éstos ya no recuerdan que han jurado o
prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución. La española de 1978, no la
pretendida por ellos. Pasan de todo en una huida hacia adelante que nos tiene
hartos, y nos tendrá durante un largo tiempo si los tribunales no lo impiden.
Como habíamos pronosticado en nuestro artículo “Efectos sin efecto” de 13 de
noviembre, el Presidente del Guvern ha comparecido el pasado martes ante la
sociedad catalana y el país entero para anunciar la más que posible
convocatoria de unas elecciones plebiscitarias con el único objeto de ir hacia
una declaración unilateral de independencia que cifra en un plazo de dieciocho
meses. “Fuera partidos políticos e inclusión de la sociedad civil”, ha dicho.
Pero Convergencia, su partido, estará ahí, al igual que ERC y el resto de las
formaciones independentistas. Pero, ¿qué pasa con los constitucionalistas?, a
esas formaciones, ¿se les impedirá concurrir a esos comicios, caso de que sean
permitidos por los tribunales?, ¿y a la sociedad civil que no es partidaria de
la independencia?, ¿a ese casi 70 % de los electores que no han estado en el
paripé del 9 de noviembre?
No nos cabe la menor duda que en esa
pretensión Mas y los suyos están contando con un cambio de gobierno en las
próximas generales del otoño que viene. Con la irrupción de Podemos en el
panorama político del país y con la empanada mental que parece arrastrar el
nuevo Secretario General de los socialistas y seguro candidato a la consulta
electoral. Con lo que no cuenta el President es con la evolución de la querella
presentada por la fiscalía contra él y dos miembros de su gobierno, mientras
Junqueras, agazapado, espera a verlas venir con un propósito bastante definido,
y cantado ya hace tiempo, que es protagonizar en primera fila las
plebiscitarias y ser quien proclame la independencia catalana, de manera que
sería él quien pase a la historia como adalid de la soberanía y no Don Arturo,
que para esas fechas es muy posible que purgue en la Modelo su deriva, como se
denomina ahora a la enajenación mental transitoria o permanente. En definitiva
que, mientras el tiempo y la judicatura no lo impidan, tendremos asunto catalán
hasta en la sopa. A no ser que desde el gobierno de Madrid se tomen decisiones
más firmes y menos tibias que las tomadas hasta ahora. O conversan y negocian,
o les ponen al hilo. Pero ya.
Marcelino M. González
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