El fracaso de la consulta catalana
Si hubieran ido cien personas al paripé ese que montó Mas el
pasado domingo, y ochenta de ellos se hubieran decantado por la propuesta
soberanista estarían igual de contentos que ahora. Ahítos de satisfacción,
diría yo. Cuando en unos comicios, sean del tipo que sean, la participación de
los llamados a las urnas supera en poco un 30 % se considera desde todos los
foros como un verdadero fracaso, de los convocantes y de los concurrentes a la
convocatoria. Eso es de una evidencia palmaria. Sin embargo, como siempre
ocurre, los independentistas manifiestan ufanos que la pseudoconsulta declarada
ilegal por el Tribunal Constitucional ha dado la razón a las “legítimas
pretensiones” que vienen esgrimiendo desde hace más de dos años. Pues bien, los
resultados han sido decepcionantes para ellos y, en cierta forma, para quienes
pensaban que en Cataluña había más espíritu independentista. Y ahora,
sustentados en esa pírrica victoria (un tercio de los electores), se sienten
con la autoridad suficiente para pedir un referéndum real, no de mentirijillas
como es lo que acaban de llevar a efecto, sin efecto alguno. Algo que saben -y
ya proclaman- y que, además de no poder
ser es imposible, en cuyo caso convocarían unas elecciones plebiscitarias que
supondrían la consulta definitiva, con las que amenazan si el gallego se niega,
que se negará.
Aclaremos y diferenciemos los términos. En un referéndum se
vota un texto legal, mientras que en un plebiscito se hace con una decisión
política que además tiene como objetivo legitimar al gobernante que la convoca.
Esto es que en el improbable caso de que el President llegara a esto,
debatiendo en ello no un programa sino el único punto de la independencia, y
llegara a ganarlas con ERC como compañero de viaje, llegarían a una declaración
unilateral de independencia, algo que nos parece una barbaridad y una desmesura
impropias del siglo que corre y del entorno de países en que vivimos. En
cualquier caso creemos que este primer capítulo no ha terminado de escribirse
el pasado día 9, sino que, en última instancia, algo tendrán que decir los
tribunales de justicia al respecto de haber sacado las urnas a centros públicos
por cuenta y riesgo del Gubern, y algo también habrán de decir sobre el hecho
de la desobediencia del propio gobierno catalán a las decisiones del Tribunal
Constitucional. Después de eso, cada loco con su tema.
Marcelino M. González
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