La conceptuación actual de la clase política
Aún con los de nuevo cuño. Hoy día, en los
tiempos que corren, cuando vemos en la calle o en los medios informativos a
alguien que se dedica a la vida pública, o nos dicen que ese que pasa ahí con
la rubia del abrigo rojo es el concejal de asuntos varios de tal ayuntamiento,
nos preguntamos qué es lo que haría o lo que estará haciendo. ¿En qué andarán
metidos?, ¿a qué dedicarán el tiempo libre? Hace unos años, no muchos, cuando
comenzaba a aflorar a la luz pública algún caso de posible corrupción y la
ciudadanía empezaba a alarmarse y poner el grito en el cielo, comentaba con
alguien que se dedica a esto de la cosa pública que el asunto se estaba poniendo
muy crudo para ellos porque la gente empezaba a medir a todos por el mismo
rasero, es decir político igual a corrupto o, cuanto menos, sinvergüenza. Del
respeto a su profesión que antes se tenía, se había pasado a denostarles y
señalarles con el dedo. “Mira, ahí va ese político…”, se decía despectivamente,
como si acabara de salir de Villabona. Y mi interlocutor no me quitaba razones,
bien sabía que era así. Sin embargo argumentaba, también con razón, que el
hecho de que unos pocos se dedicaran a la política en beneficio propio y no por
servicio a la sociedad no suponía forzosamente que todos fueran en el mismo
carro. La inmensa mayoría son honrados, concluía.
Pero es que, pasado un tiempo, los casos de
corrupción se han multiplicado por cien, por mil. Cada día surge alguna trama
nueva y, ahora, no basta que pillen a uno con las manos en la caja, sino que
caen treinta, cincuenta…, y más que caerán en el mismo caso. Nombres que fueron
institución en el país se ven implicados en tramas inimaginables, cuando
creímos que todo estaba inventado. Se habla de casi dos mil encausados en las
diversas operaciones llevadas a cabo últimamente, y lo jueces no dan abasto con
sumarios de miles de folios, con decenas de testigos y peritos. De manera que
la vida pública se ha enrarecido hasta tal punto que hoy todo aquel que se
dedique a la política o piense dedicarse en un futuro próximo pasa de ser un
candidato a concejal o diputado a ser un presunto imputado en cualquier delito
y, en definitiva, seguro que un futuro delincuente. Un ladrón de guante blanco
que de no tener nada pasará en pocos años a buscar amnistías fiscales para
blanquear su dinero sucio en Luxemburgo, Suiza o Pola del Tordillo.
Marcelino M. González
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