La toma de posesión
Terminadas por fin las fiestas de fin de año y todo eso, sin
casi pensarlo, estamos a pie de los carnavales y en menos de un mes estaremos
en cuaresma. En cambio en la tierra del cava y la butifarra ya han empezado con
murgas y charangas. La representación más carnavalesca ha tenido lugar en la
toma de posesión del nuevo presidente, Puigdemont, donde su homónima del
Parlament le ha preguntado: “¿Promete cumplir lealmente las obligaciones del
cargo de Presidente de la Generalitat con fidelidad al pueblo de Cataluña
representado por el Parlamento?”. Antes que nada hay que decir que las primeras
obligaciones de ese cargo son el cumplimiento de las normas constitucionales y
la fidelidad al Rey, algo que han obviado incumpliendo la fórmula prevista en
la ley para la toma de posesión de los cargos públicos (R.D. 707/1979 de 5 de
abril), aunque manifiesten hacerlo por imperativo legal, como se hizo en alguna
ocasión. En cualquier caso, Carles prometió y en el recinto sonaron los
aplausos, con el Ministro del Interior y la Delegada del Gobierno en brazos
cruzados y con cara de póker. “Sabíamos a qué veníamos”, dijo él. Como
consecuencia, el Gobierno español ha encargado a la Abogacía del Estado un
estudio acerca de la posible ilegalidad del acto y, por tanto, de la
efectividad y legitimidad de un presidente que no acata a su Rey y a su
Constitución.
Cuando primero lo hizo Mas, que ahora deja su escaño, todo
parece indicar que seguirán provocando y tensando la cuerda de las relaciones
con un gobierno pseudovacante, incierto y más atento a pactos y contubernios
que lo que acaece bajo los Pirineos orientales. Hemos visto a Forcadell y al
propio president hablar de República y de una Catalunya Lliure cuando,
previamente, la primera había solicitado una recepción Real. ¿Para qué?, si no
reconocen a S.M. como Jefe del Estado. Ello no es impedimento para que creamos
que el Rey se ha equivocado al negarse a recibirla. Sigue siéndolo de todos los
catalanes, al igual que élla también es presidente de un Parlamento que
pertenece a todos, no sólo a quienes les han votado que, en definitiva es a los
únicos que prometieron lealtad.
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