¿Por qué a mí?
Tuvieron que verme la cara, no hay duda, y debo de tenerla de
gilipollas o algo así. Debe de ser por eso de escribir en el periódico que la
gente te cuenta cosas con la inconfesada intención de que hagas la función de
vocero de sus problemas y sus males. Te preguntan por tu padre y sin dejarte
abrir la boca empiezan a contarte milongas con pelos y señales, algo que en la
mayoría de los casos te importa un carajo. De manera que, casi siempre, sin
prestar la más mínima atención a lo que hablan estás pensando para tus adentros
de dónde habrá salido este satélite y si tendrá para mucho tiempo. En fin, que
debo de tener todo el aspecto de un libre oyente cualquiera.
Resulta que el otro día estaba con Duke en una terraza en
nuestro ensimismamiento echando uno de los últimos pitinos que nos queden y se
sienta a nuestro lado un pavo a hacer lo propio. Al cabo de dos minutos se
dirige a nosotros y dice “parez que
anuncien mal tiempu pa esta semana, díjolo la TPA. Y a mí quédame por recoger
tovía la yerba de dos praos”. Yo que, como les dije, estoy acostumbrado a estas
cosas y a que no me dejen ni pensar, le repondí con un lacónico “ya” (te vale,
pensé), y el tío siguió con su historia, “menos mal que tengo buenos vecinos
que me ayuden cuando lo necesito. Bueno, ye lo mismo que hago siempre con
ellos. El otru día… ¿conoces a Manolo el de Trapa? Ni idea, contesto. “Joder,
el suegru de Juanín que tuvo un bar en Les Pieces y traspasóilu a un rapaz de
Tuilla que ye íntimu amigu de Luisinacio… ¡Tienes que conocelu!”. Sí, hó, a esi
conózcolu bien, ¿y qué?, le digo. “Pues a Manolo averioséi la moto cerca de mi
casa y taba peleáu con ella, cuando llegué de trabayar. Miré la moto y en diez
minutos taba arreglá. ¿a qué no sabes qué era?” Negué con la cabeza y seguro
que con cara pijo. “El bendix. Conecteí un cable que taba sueltu y asuntu
solucionáu”. ¡Ya!, dije. Y el pavo se marchó sin decir adiós, convencido de que
había hecho el discurso del año. Lo dicho, que me vió la cara. Y quedé
esperando al siguiente.
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