Una reparación
La verdad es que prefiero engordar con un buen cachopo de los
de aquí, porque no se en dónde oí que el ruido engorda. También dicen que el
silencio sosiega la mente, evita los pensamientos tóxicos y recurrentes y
reduce el consumo energético del cerebro. Debe de ser verdá porque mientras
duermo no como, no pienso en coses rares, ni continuamente en lo mismo, así que
les neurones reposen mientras estás a oscures. Diréis que Duke chifló. Pues no,
amigos. El otru día, que era el Día Internacional contra el Ruido, estaba ya
temprano escribiendo la última columna que salió en LA NUEVA ESPAÑA cuando, de
repente, debajo la ventana empezó a sonar un atronador “tacatacatá” y el sonidu
de algo que parecíen les turbines de un avión. Asustáu, asomeme y, justo
debajo, veo a unos operarios picando l’acera con un martillu neumáticu enchufáu
a un compresor. Y, a voces, dije yo “oigan…”, y no oíen na, oye. Ellos a lo suyo.
Así que bajé a la calle y díjeyos que apagaran el parato un momento. Paráronlu
y quitaron unos cascos que llevaben en les orejes como si estuvieran escuchando
les noticies de las nueve. Pero bueno, ¿vosotros no sabéis que hoy ye el día
contra el ruidu?, dije. Quedaron mirando pa mí con cara de pijos, como diciendo
de ónde salió esti satélite, y diz uno “ye que es estamos aquí pa reparar la
red de abastecimiento de aguas, ¿no vio el cartel que pusimos en el portal haz
unos días?”. Sí que lu ví, pero pa eso no haz falta montar esti follón,
¡cagondiez!, que parez que táis bombardeando Guernika, contesté. Y dizme el
otru que pa este coses hay que picar el suelu y los vecinos tenemos que
aguantar les consecuencies del pique. Y después de tres hores con el “tacatá”
no encontraron na, de manera que dos días después volvieron hacer lo mismo en
la cera d’enfrente. Así que durante dos mañanes casi enteres estuve sordu como
una tapia y debí de engordar tres kilos. Yo que toy a dieta de gusanitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario