Tras algo más de nueve años de presencia en estas páginas y
unos cuantos artículos más o menos afortunados vuelvo un día más en compañía de
mi inseparable amigo con el único propósito de aportar nuestro granito de arena
a la celebración de las dos décadas que por estos días cumple la edición de
Cuencas que tienen en sus manos. Y, puesto a darle a la tecla, me viene a la
memoria el viejo tango de Carlos Gardel: “Volver con la frente marchita las nieves del
tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es
nada, que febril la mirada errante en las sombras, te busca y te nombra…”, y
con él los antiguos recuerdos de cuando mi entrañable amigo Jaminín Cantina, a
la sazón decano de este diario, me paró un día en la calle, allá a principios
de 2007, para proponerme colaborar con el periódico, algo que acepté de
inmediato con el beneplácito de su director, Mario Antuña. Después de pelear
horas con mis primeros artículos y tardar tiempo en escribirlos, apareció Duke
con cuya impagable ayuda empezaron a hacerse más frecuentes porque, aunque no
lo crean, mi Platerín me descubrió que en estas páginas podía hablar de todo,
no sólo de crítica sociopolítica sino también de las cosas de la calle, de lo
que acontece a nuestros vecinos, de las anécdotas del pasado y de los sueños
del futuro. También me descubrió que no está mal que, de vez en cuando, nos
expresemos en la lengua que utilizamos en las Cuencas, el asturiano de bar y de
tertulia, siempre de buen humor y algunas veces también con mala leche.
Comprobamos con ello, y a través del tiempo transcurrido, que siempre nos fue
posible expresarnos con libertad, contemplando por supuesto la de los demás con
respeto y corrección. Por eso, jamás en todos estos años desde la dirección del
diario se pusieron trabas a mis escritos. Nunca se quitó ni se puso una coma,
ni una palabra que hubiéramos mandado, algo que agradezco de corazón y me da ánimos
para seguir en la brecha. De igual forma nos dimos cuenta de que habíamos
entrado a formar parte de una gran familia, la de los empleados y colaboradores
de LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas, de Luisma, Miguel Angel, Elena, Fernando,
Mario… y de mis compañeros de pluma, Montoto, Ibáñez, Alonso-Vega, Cellino,
Palacios, Barreal, Gancedo, y algunos más que me quedan en el tintero.
Nuestra colaboración ha servido también para irrumpir de una
forma modesta en la vida sociocultural de esta Cuenca. Así, he tenido la suerte
y el orgullo de ser invitado a pronunciar algún pregón en las Fiestas de alguna
localidad langreana. De igual forma
desde aquí, junto a mi gran amigo César Alario, hemos organizado a lo largo de
2012 los Tribunales Populares, patrocinados por el periódico, donde
intervinieron personalidades de todos los ámbitos sociales. Sindicalistas,
políticos, escritores, deportistas y simples ciudadanos de a pie, todos bajo la
autoridad y la batuta de Antón Saavedra que, con mano y mazo firme, moderó las cinco
sesiones que se celebraron, con temas variados y de actualidad, como lo fueron
los que trataron sobre los Fondos Mineros o el abandono de nuestro Valle del
Nalón, entre otros, y de los que dio la debida cuenta LA NUEVA ESPAÑA.
“Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”,
prosigue la melodía. Porque, aunque nunca nos hemos ido, es lo primero que
pensamos cada día que amanece. Cuando nos levantamos, con el primer café de la
mañana, es lo que hacemos. Ver las noticias que han puesto en la edición
digital, para en otro momento de la mañana tocar papel, que es donde
verdaderamente disfrutamos y analizamos los acontecimientos, y de ahí a
escribir. Por eso, aún después de algunos años, siempre volvemos. Porque la
próxima columna siempre es la primera. Porque las anteriores han pasado y tan
sólo son un número en el estante de mi recuerdo, y tal vez en el de alguien
más. Esa es mi humilde esperanza, que lo que aquí contamos sirva para
entretener y suscitar la reflexión del lector. Quizás también su memoria. Creo
sinceramente que esa es nuestra labor, la de los opinadores. No sentar cátedra
con nuestras ideas y opiniones, ni contar lo primero que se nos venga a la
cabeza -aunque algunas veces lo parezca- sino contar lo que pensamos de las cosas
según nuestro leal y humilde saber y entender. Y con esa libertad a la que
hemos hecho referencia seguiremos haciéndolo mientras tengamos salud y un
teclado donde escribir, esperando a volver cada día que puedan publicarnos,
confiando que sean muchos más, y estar aquí dentro de otros diez, e incluso
veinte años, cuando esta edición los cumpla y las nieves del tiempo sigan
caneando nuestras sienes, “bajo
el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver”.
(Carlos Gardel).
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