Un lunes que amanece triste y oscuro, solo iluminado por el resplandor de algunas barricadas incendiadas y situadas estratégicamente, de manera que nadie pueda salir fuera del Valle y que tampoco nadie pueda acceder a él. A punto de entrar el verano, orbaya y está frío. Como toda la población que dormita y se prepara para encarar un día muy importante, un día histórico. Casi nadie sale a la calle, solo algunos que madrugan a hacer footing o a sacar a sus perros. No hay circulación de vehículos, excepto aquellos que intentan ir a su trabajo fuera de la comarca o quienes van y vienen entre barricada y reunión. Todo hace presagiar un largo día de tedio, nerviosismo y reducidas tertulias callejeras. Un lunes que no es cualquier lunes, sino uno muy especial. El día en que todo el país despejará las dudas acerca de cómo son las gentes de las Cuencas Mineras.
La mañana va transcurriendo amodorrada, no se ven preparativos para la instalación del habitual mercado semanal, los comercios permanecen cerrados con sus escaparates que anuncian el apoyo y la solidaridad de sus propietarios con la minería y el futuro de las cuencas. Fondos rojos como la sangre, lazos negros como el carbón. Cada poco la monotonía y esa calma total se ven interrumpidas por estruendos que denotan que muy cerca alguien lucha y protesta por la situación en que vive, por el futuro que les depara un gobierno que quiere cortarles las alas, que no el destino. Y se rebelan contra uno y contra otro haciéndose oír sonoramente, como lo han venido haciendo las últimas semanas.
Llega la esperada tarde y ríos de personas caminan desde todos los puntos de la comarca hacia el lugar de reunión, donde se concita la solidaridad, el compañerismo y el apoyo a esa lucha. Unos van uniformados con camisetas rojas o verdes, con pañuelos de esos colores, y portan pancartas alusivas a sus reivindicaciones. Otros, la mayoría, visten como cualquier día y van acompañados de sus esposas y sus hijos más pequeños. Ha dejado de orbayar. La marea humana llega al lugar de reunión donde hay gentes de todas las cuencas implicadas en la protesta. La comitiva sale y, en su camino, ocupa más de dos kilómetros. Fin de trayecto, una voz que clama. Aplausos interminables. “Santa Bárbara bendita”. Una protesta histórica.
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