En busca del Panamá perdido
Desde que perdimos Cuba y Filipinas nunca había llevado un
disgusto como esti. En serio. Empiezo bien la semana, ¡cagondiez! Resulta que
salí de casa temprano a comprar el pan y, de pasu, tomar el periódicu y leer un
café. No llevaba sombreru ni paragües. Ye raro que salga de casa sin el mi
Panamá con estos calores veraniegos. Además al salir dijéronmelo varios
conocíos que me vieron pasar con la quijotera al aire: “¿ónde dejaste a Marce,
Duke?, ¿y el sombreru?”. El sombreru ya salió por la fresca y Duke olvidóseme, contesté. Y no se de qué se
reíen, como si tuviera cares en el mono, ¡redios! El casu ye que, después de
hacer los recáos, los leíos y los tomáos, volví pa casa tranquilu, pensando en
no se qué, y na más llegar recibiome Duke con la cara entorná y les orejes
eniestes como queriendo pregúntame algo. Debía de veme raru. “¿Y a ti que pulga
te picó, amigu?, ¿tú también me ves raru?”. Díjome un lacónicu “guau”, y ahí
quedó la cosa. A mediu día tenía que ir a la farmacia a por eses coses de la
receta letrónica y un frascu de aspirines porque dolíame un poco la cabeza, así
que fui a coger el sombreru que siempre lu dejo encima de les carpetes donde guardo
les pijáes que vos cuento en LA NUEVA ESPAÑA, y resulta que no taba. Eché les
manos a la cabeza, y tampoco taba. ¡Qué raro!, ¿ónde dejé el Panamá? Y empecé a
buscar por to la casa: en los cajones, debajo les cames, en el armario del
bañu, debajo el fregaderu, en la bolsa la basura y hasta en la funda de les
Rayban. Y nada. Así que dije pa mis mismos adentros: “Tranquilu, da marcha
atrás y empieza por lo que hiciste na más levántate po la mañana”.
Saqué a Duke veinte minutos por el mismu sitiu, llevelu pa
casa, fui otra vez p’ol pan y, antes, fui a leer otra vez el café con leche y
tomar el periódicu. Volvieron a parame en la calle y a reise de mí porque
además pregunteyos si habíen encontráo algún sombreru po la calle. Volví pa
casa mareáu de tanto buscar y Duke volvió a mírame igual que la primera vez.
Esta vez díjome “Guau, guau”, moviendo el ráu pa que lu siguiese. Fui detrás
d’él hasta el cuartu de bañu y quedose mirando pal teléfono de la ducha al
tiempo que dijo el últimu guau. Rotundu y definitivu. Allí taba el Panamá
colgáu y pingando, llenu espuma. Había ducháome con él y por eso no aparecía.
Cogilu y metilu en la secadora. Y secó, pero quedó perjudicáu. Como les mis
neurones.
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