En cada uno de nosotros vive un político. Y hasta un
banquero, si me apuran. Todos llevamos dentro un concejal, un alcalde, un
ministro o un presidente. No hay más que observar las tertulias de los parques,
los bares y cafés o las mismas peluquerías de damas y caballeros, los salones
de belleza que llaman ahora, para ellos y para ellas. Todo consiste en ponerse
siempre en el lugar de la oposición y anotar detalladamente todas y cada una de
las cosas que a su juicio hacen mal quienes gobiernan que, en definitiva, no es
más que el manejo y la administración de la viruta. Sin ir más lejos,
fijándonos solamente en lo acontecido en este Valle a lo largo, digamos que, de
esta última década y en las obras públicas acometidas y sin terminar o
suspendidas sine die con unos presupuestos que meten miedo, que en muchos casos
han sido o serán ampliados -para no variar- y en otros quedarán gastados y
sepultados eternamente. No creemos necesario hacer especial mención de ninguna
en especial. Están en la mente de todos. Obras faraónicas en muchos casos que
ahora ponemos en tela de juicio. A ver, ¿para qué necesitábamos aquí soterrar
las vías del tren, y para qué unos campos de minigolf, y para qué otra autovía
por Bimenes, y para qué…?, y así pueden seguir absolutamente con casi todas las
obras emprendidas a lo largo de los últimos años. Por supuesto las ya
terminadas están mal hechas, mal trazadas o se ha gastado en ellas lo que no
está en los escritos. Claro está siempre desde el punto de vista de quienes no
han intervenido en su diseño y ejecución, y aún más claro para aquellos que no
han intervenido ni en su discusión parlamentaria o consistorial. En definitiva
para la mayoría silenciosa que es a quienes me refiero, para los tertulianos
que nunca ven las cosas bien, porque si ellos mismos fueran concejales,
alcaldes o presidentes otro gallo cantaría a concejos, regiones y al propio
país.
Hace un par de días asistí como observador a un debate entre
cinco o seis parroquianos donde se habló de todo esto. Y de aún más. De las
hipotecas y desahucios, de las preferentes, de la soberanía de Escocia y
Cataluña, de la familia Pujol Ferrusola y de la Biblia en verso, y ¡qué cosa!
ninguno de los intervinientes estaba de acuerdo con el resto, cada uno tenía su
propia receta que proclamaba a voces ante el resto, como si llevara razón.
Visto lo cual me fui de allí y lo cuento aquí.
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