Esto de los suicidios que se asemejan a un accidente o, a la inversa, accidentes que parecen un suicidio da mucho de sí. Cuando ocurre cualquiera de uno de estos casos la gente no hace más que hablar y especular acerca de las circunstancias que rodearon el suceso, la identidad del finado, si fumaba, si bebía, o si el padre tenía una bicicleta negra. Somos muy cotillas. Claro, luego de tantos chismes y parloteo, muchas veces nos equivocamos, porque las noticias se distorsionan a medida que pasan de boca a oreja, y así sucesivamente, para, al final, lo que parece un hecho incontrovertible resulte ser más falso que un billete de mil mortadelos. Esto es lo que sucedió una plácida tarde veraniega de hace apenas dos semanas cuando un convoy de Renfe arrolló a un hombre cerca del túnel que va por detrás de la calle La Nalona en Sama. De inmediato todo dios comenzó a interesarse por la filiación del muerto, hasta que alguien dijo que si un policía local le había comentado que oyó decir a un compañero que había estado ayudando a hacer las diligencias del levantamiento, que de lejos se veía que tenía el pelo pincho y color paja, y bla, bla… La cosa quedó clarísima. Cristalina. Le adjudicaron el R.I.P. a uno de los muchos inmigrantes que viven con nosotros. A uno en concreto que vivía encima de no se qué bar, que su mujer era así y asá y andaba acompañada de un perro grande, y que le gustaba el tinto de verano. Después resultó que el arrollado era otro que no tenía nada que ver con este retrato, mientras que el infeliz andaba por ahí tan tranquilo, sin saber que lo había pillado el tren y estaba muerto. ¡El probe! Y su mujer sin saber tampoco de su estado de viudez. ¡La bendita!
Esto ye lo que pasa por no asegurase de estes coses, que son muy series, por dar pábulo a lo que te diz el primeru que llega -el enteráu- y por no leer les esqueles de La Nueva España y los artículos de Duke. Digo bien, porque un día una moza de por aquí matóme a mí. Y yo, sin saber que taba muertu, seguía escribiendo artículos y los de LNE publicándolos, ignorantes del importante óbito (ejem…). Menos mal que la susodicha dama, cuando pasó la noticia, habló de que se trataba de un rapaz muy saláu que paseaba con un perrín blancu. Eso que gané, a parte de tar vivu al tiempu que-í doy a la tecla. Cuando vaya a suicidame aviso pa que no me confundan con otru. Además hasta igual me mato.
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