lunes, 18 de julio de 2016

LECCIÓN DE ANATOMÍA



Una clase en la facultad


Eran aquellos tiempos en que todo estaba en proyecto, ni soñábamos con democracia porque el más general de todos los generales todavía decía aquello de “Españoles…”. Cuando para hacer cualquier carrera de Ciencias había que pasar por aquello del “Selectivo”, con las mismas materias para uno que fuera a ser Ingeniero de Caminos que para otra que acabara siendo Farmacéutica. Después de esa selección, donde quedaban muchos en la estacada, empezaba la carrera propiamente dicha. Y en esos tiempos quienes algunos serían futuros galenos asistían a su primera clase de Anatomía con un catedrático ya célebre por su peculiar forma de impartir la docencia. Así empezó: “Veamos la formación con que ustedes acuden a esta disciplina.  Pregunto por el único órgano del cuerpo humano que puede crecer hasta ocho veces su tamaño normal sin que, para ello, deba de mediar enfermedad alguna”. Durante unos interminables segundos los alumnos guardaron un silencio sepulcral hasta que una chica levantó su mano tímidamente. “Parece que tenemos a alguien que sabe contestar a esta sencilla cuestión. Dígame usted, señorita”. La chica se incorporó y en voz apenas inaudible dijo: “El pene”. “Hable más alto, por favor. Estamos entre colegas”. “El pene, profesor”, dijo decidida. Hubo risas contenidas en el aula a las que el maestro puso freno con un simple gesto. “Está usted en un gran error, señorita. Se trata de algo que sólo tienen las mujeres como usted misma. Es el útero que se dilata hasta ocho veces su tamaño natural para albergar el feto durante la gestación. Estarán ustedes de acuerdo conmigo ahora que se lo digo, aunque, sin duda, ya lo sabían. De todas formas, futura doctora, felicite a su novio de mi parte”. La chica, ruborizada, tomó asiento mientras sus compañeros sonreían mirándola como si todos ellos conocieran la respuesta. Era su primera lección de anatomía y una recomendación de prudencia que jamás olvidaría.

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