Los pactos del odio
Ya saben ustedes que cuando uno es incapaz de conciliar el
sueño la noche resulta ser muy mala consejera. Se le aparecen todos los
demonios que uno lleva dentro y cuando, en ocasiones, nos quedamos un poco
traspuestos soñamos, aunque al levantarnos no nos acordemos de nada y sólo
seamos conscientes de que hemos pasado una mala noche. Pues resulta que esta
mañana he despertado con muy mal talante después de una noche en que se me
aparecieron todos los políticos (ellos y ellas) que estos días han negociado el
incierto futuro de municipios y autonomías, con la diversidad de pactos que
todos conocéis. Recordaba todo ello y me levanté odiando a todo el mundo. La Rubia
aparte. Con un extraño pálpito, como si a lo largo del día fuera a suceder algo
malo, que me fuera a pillar un mercancías o Duke me abandonara por otro
columnista de mejor pluma que la mía. Funestos presentimientos, malos
presagios. Una preocupación muy preocupante.
A medida que la mañana transcurría y me puse a darle a la
tecla las cuatro pes se fueron diluyendo hasta desaparecer casi por completo.
Pálpito, presentimientos, presagios y preocupación. PP, Psoe y Podemos. “Que se
operen”, pensé. Escribir es una buena terapia para ahuyentar los fantasmas de
la noche, y los del día, que también los hay a puñáos. En esto tiene toda la
razón mi amigo Ricardo Montoto. En estas estaba cuando recordé que los
populares de San Martín del Rey Aurelio buscaban pactos con IU y Podemos para
desalojar a los socialistas del poder municipal. “Cosas veredes, amigo Sancho”.
Y me dio un vuelco todo el sistema vascular circulatorio y peatonal. Desde la
punta del pie izquierdo, y la del derecho, hasta el último de los pocos pelos
que me quedan en la quijotera, pasando por la patata que hay detrás del
esternón. ¡Mamina, qué sustu llevé! Volvieron a rondarme las cuatro pes de la
noche, con las caras y los caras de todos. Y regresó también la sensación de
odio con la que me había levantado. La Rubia aparte. El hartazgo de comprobar
que, aún sin haber empezado a gobernar, aquello que todos habían abogado “por
el cambio” sólo se refería al inquilino o inquilina del sillón, de la poltrona
y el bastón del poder. Frontismo puro y duro. Todos los que estuvieron en la
oposición contra quienes ocuparon el poder. Las siglas y las ideas son lo de
menos. Lo que importa es el ruque.
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