Wally, el infiltrado más célebre |
Extraños compañeros de política
Todos los días laborables, al caer la tarde, se juntan a
tomar unos vinos y a compartir los últimos acontecimientos de sus vidas y
entornos. Uno es profesor, ya con la jubilación a la vuelta de la esquina, y el
otro lo fue con un volante de por medio. Se conocieron por casualidad hace más
de una década y, desde entonces, han acrecentado su amistad pese a sus
ideologías contrapuestas. Emprendedor, padre y abuelo en la vida, el segundo de
ellos es un hombre atrevido. No le duelen prendas en presentarse ante cualquier
persona por la que se interese. La aborda, se presenta: “Soy fulanito y asunto
concluido. Una tarjeta más para su agenda. Sin embargo el profesor no es tan
echado para adelante sino más taimado y prudente. Le da un poco de vergüenza
proceder como su amigo. Y es él mismo quien me cuenta que hace unas semanas su
querido amigo -a la sazón militante de Foro Asturias- le invitó a una charla
que el coordinador de IU, Cayo Lara, daba en Langreo, ya en precampaña. Siendo
militante en activo de esa formación desde hace bastantes años y habiendo
ocupado algún cargo de responsabilidad no asistió al evento. Le decía a su
compadre que era curiosa y sorprendente esa invitación a participar en un acto
de sus correligionarios. Sin embargo, unos días más tarde, la cosa volvió a
repetirse. En esta ocasión le invitó a asistir a un acto espicha de su partido
también en Langreo. Y la sorpresa vuelve a producirse: el de izquierda de toda
la vida va al pincheo forista acompañando a su forista amigo. ¡Vivir para ver!
Había un pavo en Lada que se infiltraba en los lugares más
insospechados haciéndose pasar por alguien que no era. Hubo un tiempo en que
entraba por la cara en un cine felguerino levantando la solapa de su chaqueta
ante el portero, haciéndose pasar por policía. Esto ocurrió en multitud de
ocasiones hasta que un día fueron al cine dos policías conocidos y el empleado
les preguntó acerca de la identidad de su joven compañero. “Aquel que está
dentro”, señaló. Los agentes entraron e interpelaron al ladense interesándose
por el motivo de aquel alzado de solapa como queriendo mostrar su placa, a lo
que nuestro amigo repuso sin inmutarse: “Yo enseño la galleta. Si me dejan
comerla adentro, bien. Si no la como afuera”. Y se quedó a ver la peli. Todo
estriba en echarle cara a la vida.
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