Pues eso: un diálogo de besugos
Suena el teléfono. “Hola, buenas, soy Luisinacio Dalata,
quería hablar con Maripuri. ¿Puede ponerse?”. “No te he entendido. ¿Cómo dices
que te llamas?”. “Luisinacio, señora. Un compañero de trabajo de su hija.
Supongo. ¿Está en casa?”. La mujer tarda un rato en contestar: “¡ah!, ¿tú eres
el tipo ese de Vega de la Torda que le tira los tejos a la niña?”. “No, señora.
Ese es otro. Yo soy de Pola del Tordillo y no le tiro los tejos a ninguna
compañera. Además soy gay. Pero, su hija ¿está o no?”. “Ya me parecía a mí que
ese Ray no era trigo limpio. Que sepas, sátiro de mierda que como me entere de
que vuelves a decirle algo a Maripuri me llego a la oficina y se lo digo al
director. Ya verás como trabajas más y cortejas menos. ¡Ea!”. “Mire señora, no
se excite, yo soy el director del banco. Páseme a su hija que tengo algo
importante que decirle y no puedo perder el tiempo con estas cosas”. “¡Menuda
cara tienes, cabrón!, voy a pasar por ahí y me vas a escuchar”. Y cuelga el
teléfono, clic.
Vuelve a sonar el teléfono, ring, ring. “Buenas tardes, soy
el de antes. Por el amor de dios, ¿quiere decirme si su hija se puede poner?”.
“Oye, chaval. Yo no soy su madre, soy la muchacha. ¿Te vas enterando?”. “Vale,
señora. Perdone. ¿Se puede poner Maripuri?”. “¡Será impertinente el pavo este!,
a ver, ¿de qué quieres hablar con la niña?, que yo me entere. Seguro que tienes
malas intenciones”. “Es confidencial,
señora. Asuntos de trabajo que sólo puedo comentar con ella. Si no páseme a su
madre, por favor”. “La señora salió a comprar queso parmesano y salami para
hacer la pizza de la cena, que a la niña le encanta la que hace su madre, y no
las que traen esos de la moto. ¡Ah!, y aceitunas negras”. “Me alegro de que su
jefa tenga buena mano para la pizza, de veras. Pero, dígame amable y
encantadora empleada de hogar, ¿su niña está en casa, o no?”. “¿Ahora me
piropeas a mí? ¡Hay que fastidiarse!, ¿qué pasa?, ¿eres uno de esos salidos que
te pones cachondo en cuanto oyes la voz de una mujer? ¡Menudo personal tienen
en esa oficina!, no me extraña que la niña llegue siempre tan cansada a casa”.
“¿Puedo hacerle una pregunta?, ¿si es tan amable me dice cómo se llama usted?”.
“Lola, para lo que tú quieras, tesoro”. Pues mira, Mariloli, en realidad sólo
llamaba para acordarme de todos tus muertos”. Clic.
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