lunes, 11 de mayo de 2015

CHAPEAU



Sobre el uso del sombrero

A lo mejor este que les habla es el primero que falla en esto. Tal vez sea así, pero Duke está convencido de que no todo el mundo puede llevar sombrero. Me refiero al de verdad, de fieltro en invierno y de panamá en verano, y a los hombres, claro. Porque a la mayoría les sienta como un tiro trabuquero. A las damas no, pueden ponerse lo que quieran que están divinas de la muerte y encantadoramente guapas, como siempre. Algunas. Decía mi abuelo que en sus tiempos la gorra o la boina se llevaba para que los obreros se la quitaran delante del patrón, y el sombrero para que los caballeros lo hicieran delante de las señoras. No me refiero a esos sombreros blandos, arrugados que se llevan ahora y que hace un tiempo se han puesto de moda, que sales a la calle y, en vez de paraguas, todo el mundo lleva uno en la cabeza como si fueran de pesca por plena calle Dorado y estuvieran en una convención de trucheros del Nalón. La cosa va del sombrero de fieltro tradicional, y de quienes se lo ponen. Supongo que el problema no es que encaje fatal con la ropa o el aspecto que tenemos ahora que no llevamos largas gabardinas ni podemos fumar en ningún lado como lo harían Bogart o Gardel, sino el hecho evidente de que no sabemos qué hacer con él.
La santa, que tampoco tiene ni pajolera idea, dice: “Te ves muy guapo y elegante con ese chapó, Pepejose. Pareces el caballero que no has sido en tu puta vida”. Y Pepejose, tras probarse el chapeau veinte veces ante el espejo, sale a la calle sintiéndose un caballero de lo más cinematográfico. De manera que puedes verle con el sombrero encasquetado en un café, en una sidrería, en el vestíbulo de un hotel, de visita en la Santa Cueva, paseándose entre las mesas de un restaurante de Oviedo o visitando una exposición de Eduardo Úrculo, por aquello de encajar con el ambiente. Tan satisfecho, el gilipollas. Ignorando que al entrar bajo un techo, lo mismo que en presencia de una señora o de alguien mayor y respetable, lo primero que hace un hombre educado es descubrirse. Lleve lo que lleve, gorra, boina o sombrero.
Aparte la pinta de cada cual, cuando de verdad se nota si alguien sabe usar sombrero o no, es cuando se tiene en las manos y no en la cabeza. Ahí está el detalle, y la diferencia entre un caballero y un snob advenedizo o un aldeano de infantería.

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