Dícese de aquel que muestra indiferencia o falta de interés o aprecio hacia una persona, o también de quien tiene desaliento en la ejecución de una acción, por dudar de su bondad o desconfiar de su éxito. Es como la RAE define el término “displicencia”, y es también nuestra definición del saludo que el Presidente del Principado y el nuevo Delegado del Gobierno se han dado el pasado lunes en la toma de posesión de este último. Cualquiera que haya estado allí presente, lo haya visto en la tele o en las numerosas instantáneas que se han publicado del protocolario evento se habrá dado cuenta de que, aunque se miren por lo protocolario, no se pueden ni ver y que, aunque sonrían, en su mente bulle el mutuo deseo de que “se te atragante el cargo y al sillón se le revienten los muelles y te den…”. El resoplido de Fernández Rozada es significativo de la preocupación existente entre los peperos por la eventual ausencia de Cascos. Como nosotros, más de uno de ustedes estará convencido de que si éste no fuera el baranda asturiano De Lorenzo no habría sido designado por el ejecutivo de Madrid como su representante en Asturias. Es como lo del veneno y el antídoto. Cada pócima tiene su correspondencia en el elixir curativo. Cada acción lleva emparejada una reacción.
Hace pocos días, cuando en estos mentideros ya se oía el nombre de Gabino para este cargo, alguien me aseguró que el ahora exalcalde no rebajaría su prestigio para hacerse cargo del despacho de la Plaza de España, y mucho menos para torear un Mihura en ese coso político. No nos extrañaría nada que De Lorenzo haya reclamado ese cargo para sus canas. Por eso el tiempo, que da y quita razones, se ha encargado de demostrar que, aunque no vayan a darse cuero, los guantes están preparados, las artillerías desplegadas y los cuchillos listos para el despelleje. Rajoy así lo quiso, y es el que ahora manda. De manera que mucho nos tememos que la lucha por el poder, los viejos rencores y las rencillas actuales, traigan consigo un intento de asfixia a quien lo fue todo en las filas conservadoras y pegó la patada al caldero por un desdén, una disidencia o un orgullo mal entendido. Con la que está cayendo, y la que caerá, en una coyuntura de mayoría absoluta de los unos y minoritaria de los otros, cuando estos últimos se tienen que valer de los primeros para administrar miserias, y estos de los otros para que los ejecutivos autonómicos no se les desmanden, al menos el astur, no es bueno que estos púgiles suban juntos a la lona. O sí. En cualquier caso son dos gallos en un mismo gallinero, separados por una delgada línea azul. Lo sabemos aquí, lo saben en Madrid y en Pola del Tordillo.
Así que presentimos que estos dos viejos y curtidos políticos, antes amigos y antagonistas acérrimos ahora, se harán el vacío uno a otro, llenarán de guijarros el camino de su rival y, ambos, acabarán tomándose por el pito del sereno. En claro perjuicio del resto del gallinero.
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