Tan solo en un instante, si yo pudiera volar, sin asfalto ni motores de por medio, en lo etéreo de nuestras mentes, esos miles de kilómetros que nos separan se convertirían en un resquicio sin lugar para un suspiro. En tu cabeza tan dañada llegarías a saber que siempre te he considerado una mujer fuerte, en los peores momentos que has tenido, de los que hemos compartido el más importante. Fuiste fuerte y serena. Serena y desesperada. Hoy, sin darte cuenta, ya no te queda tiempo para la desesperación. Tú, ya no estás, aunque estés. Nos desesperamos todos los que te queremos. Y por eso diría a tu alma que nos trasmitas a todos los desesperados esa paz que siempre tuviste. A tus hijos sobre todo, a tus padres ante todo, y a tus hermanos para todo. Somos muchos. Tienes muchos espíritus que sosegar, también el mío. Tu fuerza nos hará fuertes. Nuestro amor te llegará multiplicado por un millón de estrellas. Si en este instante pudiera volar y estar a tu lado recordaríamos cosas, como aquella vez que los tres nos íbamos a Oviedo por Entrepeñas y él te preguntó si te mareabas, porque llevabas mala cara. Tú dijiste que no era mareo sino la fabada que su madre, y la mía, había preparado para agasajar tu primera visita a nuestra tierra. Una chica de tierras cálidas acostumbrada a las cosas ligeras y al mojo picón, no podría haber contestado de otra forma. Ya no te acuerdas, ¿verdad? Yo me encargaré de recordarte tantas cosas…, si me dejan volar. Sin falta de ello tienes a tu lado quienes te harán recordar miles de instantes, de momentos buenos y también menos buenos, ¿por qué no?
Cuando Él se fue, tan pronto y sin avisar, te caíste en el abismo. Y poco a poco fuiste saliendo de él, por tus hijos y por ti. Ahora vuelves a precipitarte sin remedio. A su encuentro. Él no contaba contigo tan pronto. Volveréis a ser felices en ese “paraíso” que nadie conoce, del que nadie ha vuelto para contar sus maravillas. Se debe de estar bien allí. Todos acabaremos en él sin remedio alguno. Será el reencuentro.
Si en este instante pudiera volar infundiría todas las fuerzas y ánimos de que fuera capaz a todos los que te cuidarán en tu tránsito hacia Él. Y a ti te pediría que le llevaras mi corazón, mi alma y mi amor, porque ni siquiera me dio tiempo a meterlo en su féretro. Tan poco tiempo nos dio a ti y a mí, y a todos. Cuando tú quieras vete, reúnete con Él y llévate para los dos todo el amor y el recuerdo de esta familia que os quiere y que jamás dejará de pensar en vosotros. Tú ya no necesitas volar.
Imágenes de Google. Texto final de mi amiga Elvira Laruelo.