Bromas peligrosas
La broma callejera pudo convertirse en una auténtica tragedia
por culpa de los “listos” de siempre que aunque sean alemanes no dejan de
adolecer de ausencia de neuronas. Imbéciles los hay en todos lados, incluso en
Platja d’Aro (Girona) donde, a través de las redes sociales, unos turistas
teutones organizaron una representación
callejera -que ellos llamaron perfomance- simulando que un par de celebridades
huían de un montón de paparazis armados de cámaras de foto y vídeo, trípodes,
flashes, micrófonos y todos los artilugios propios de los medios gráficos. Se
armó de la de dios es cristo. La gente, aterrorizada y recordando el reciente
suceso de Niza, abandonó la placidez de las terrazas y la tarde veraniega para
correr despavorida llevando por delante todo lo que encontraban a su paso. Un
“Flashmob” que llaman los anglófilos. Una gamberrada y una gilipollez que
decimos los españoles. Y una babayá, los asturianos.
Desde luego una perfomance no es algo que pueda constituir
delito salvo raras excepciones. Al menos eso consideramos. La diferencia entre
lo delictual y lo que resulta un atípico penal está en la intencionalidad del
autor, y no nos cabe la menor duda de que el propósito de los autores de esta
asonada fue el de provocar el pánico. Algo que consiguieron con creces
cosechando varios lesionados y un montón de personas que hubieron de ser
atendidas por los servicios psicológicos que intervinieron en el lugar. Lo
mismo que si hubieran soltado en las calles a una manada de búfalos o de
mihuras, o a un par de yihadistas armados con kalashnikov. Una estampida. De
manera que aunque el hecho en sí no revista las características para ser
considerado como un ilícito penal, la aviesa intención de los autores merece,
cuanto menos, unas cuantas hostias bien dadas para que se enteren de que aquí
no atamos los burros con longanizas y de que España no es la meca del balconig,
el flashmob y el yesverywell.
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