martes, 10 de julio de 2012

UNOS NIÑOS CON BALÓN

 Una anécdota cotidiana
A diario, en esta vida, suceden multitud de cosas dignas de ser contadas en todos los mentideros. Bien saben ustedes que Duke y su amanuense -que es un servidor- lo hacemos en muchas ocasiones y lo relatamos aquí, cierto es que con algo de literatura decorativa pero no menos cierto que tan real como la misma crisis que padecemos. Porque es que, algunas veces, muchos de ustedes nos preguntan si es cierto aquello de los músicos que cagaben “de oidu” o aquello otro del niño perdido en la playa y la madre agresiva y parlanchina. Y todo resulta ser tan verídico como lo que ahora les cuento. 

Como es habitual, una tarde de hace pocos días, paseábamos Duke y yo por el parque samense cuando observamos desde lejos a una señora que con su bastón intentaba alcanzar algo en la copa de un árbol. Tenía a su lado a dos niños de unos siete años vestidos de futbolista y expectantes. Supuse que se les había quedado una pelota entre las ramas, aceleré el paso, pregunté por lo ocurrido y ofrecí mi ayuda. La señora me entregó su bastón y uno de los niños me indicó el lugar donde estaba la pelota, puesto que no se veía entre la foresta. Intenté alcanzarla sin éxito por lo que tuve que dar varios saltos, bastón enhiesto, con idéntico resultado. “Os quedaréis sin balón”, dije a los desilusionados infantes. Y miré a Duke que observaba atento el tronco del plágano. ¡Claro!, lo agarré y le di cuatro menos. Cuatro, y el balón cayó al suelo. Uno de los chicos lo cogió de inmediato y el otro se acercó a mí y me dio un abrazo que me supo a gloria. “Gracies amigu”, me dijo. 

La señora les presentó a Duke y a quien suscribe, y les dijo que escribíamos en este periódico. Ambos chicos se agacharon y abrazaron con cariño a mi ispirador. La señora compró uno de mis libros. ¡Gracias, Mari Luz! “Yo estuve allí también…, y con Duke. No es ningún invento”.


Imágenes de Google

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