jueves, 31 de marzo de 2016

INTEMPORALIDAD



El Día del Padre



Cuando lean esto habrán pasado unos días del evento, pero lo que quiero decir está tan vigente como si lo hubiera hecho hoy que le doy a la tecla, día de San José y, desde hace muchos años, por virtud del marketing comercial, el merchandising y esas cosas que llevan aparejadas casi todos los santos y santas, también “Día del Padre”. Mi día por doble partida desde hace unos cuantos años, pero hoy más que nunca, y sobre todo, es el día de mi querido padre y de tantos y tantos abuelos ya metidos en años que, con nietos y en algunos casos biznietos, también tienen hijos que los tienen en cuenta no sólo en esta celebración sino a todas horas de cada uno de los días que pasan por su rica y ejemplar existencia. Con sus respectivos bastones porque la vida les ha encorvado, con sus pequeños o grandes achaques y, lo más importante, con sus recuerdos, vivos en su memoria y, casi siempre, mucho más frescos que los aconteceres de ayer o de hace una semana. Hoy para mí es mucho más importante contar con la presencia y compañía de mi padre que toda la celebración que pueda girar entorno a mi persona por el simple hecho de serlo yo también.
Esto que hoy escribo es un sentido homenaje a nuestros mayores, a mi padre y a quienes como él disfrutan de sus últimos años en compañía de sus hijos, pero no sólo a esos padres, sino también a todos aquellos que no tienen esa suerte y esa compañía y, sobre todo, a los que ya han perdido la memoria, a quienes desconocen su propio nombre y su propia historia. Evidentemente me refiero a todos aquellos que padecen enfermedades degenerativas como puede ser el Alzheimer. Que vegetan en sus últimos años pero que, no por ello, dejan de ser padres.
Yo que veo poco la tele, o nada, me encontré el otro día con un anuncio que venía a decir que había que empezar a olvidarse de regalar corbatas y sustituirlas por cualquier artefacto de entre los miles de ellos a los que pueden acceder todos aquellos que “no son tontos” y que se les salen los megas y gigabites por los ojos y las orejas. Y pensé que el mejor regalo que se le puede hacer a un padre no es una corbata, ni una tablet, ni un móvil de séptima generación. El mejor regalo es darle cuidados y amor. Eso no tiene precio.

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