El asunto Nóos.
Desde 2010, año en que con el asunto Palma Arena se destapó
el célebre caso Nóos que hubiera pasado desapercibido entre tantos casos
similares de corrupción, tráfico de influencias y otras maniobras de los
ladrones de guante blanco, hasta el viernes 17, en que se dio a conocer la
sentencia de las tres magistradas de la Audiencia Provincial de Palma de
Mallorca, en ese largo lapso de tiempo ha ocurrido y se ha escrito de todo. De
la sinvergonzonería del exjugador de balonmano, de la ruptura de una antigua
amistad entre el juez instructor y el fiscal a raíz de la exculpación
definitiva de la infanta, de la intervención del sindicato Manos Limpias que
logró sentarla en el banquillo por un asunto similar al que tenían en su propia
casa, de la privación de sus derechos dinásticos y poco menos que el destierro
a perpetuidad de la hija de un rey y hermana de otro y, sobre todo, de la
pérdida de credibilidad de la Corona que, tras haber sido la institución más
valorada, pasó a ser la Casa de Tócame Roque, motivo que se nos antoja clave
para la abdicación del hoy Rey Emérito. Todo ello en siete intensos años que
desembocan en una decisión judicial controvertida y, para muchos,
desilusionante que hizo levitar al prestigioso abogado Roca Junjent que, a
través de sus colaboradores, dirigió un interrogatorio magistral a la infanta
que, previamente, se había negado a contestar al propio de la acusación
particular. Algo que estaba cantado pero resultó decepcionante. “La Exinfanta
absuelta”, pero no es así de fácil porque fue condenada al pago de una cantidad
próxima a los 300.000 que ya había depositado en abundancia (casi el doble)
ante el propio tribunal que ahora deberá de proveer para que se le devuelva el
exceso. Es decir que a la hoy llamada “mujer florero” se le premia desde la
justicia por hacer como los monos de Gibraltar, por haber sido ciega y
sordomuda. Como de igual modo se premia a Iñaki con una libertad condicional
sin fianza. Y ¡ya ta!, todo el pescado vendido. Ahora a esperar lo que diga el
Supremo. Nosotros sí que levitamos, Sr. Roca. ¡Y alucinamos en cinemascope!
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