Precampaña
Hay muchas veces en que uno se sienta ante el teclado con la
pantalla del ordenador y la mente en blanco, sin una idea muy clara acerca de
lo que va a disertar y, algunas de esas
veces, acudimos a lo de siempre, a lo recurrente, y hablamos de política y de
los que la practican, sean éstos de uno u otro color, de aquí o de
Cabañaquinta, porque lo cierto es que el tema y sus protas dan para mucho.
Siempre hay materia para escribir de ello, más en una situación como la actual,
sin gobierno, sin diputados ni senadores, pero con todos ellos repartidos por
la amplia geografía congregando a sus adeptos en peroratas interminables y
reiterativas que la tropa se sabe de pé a pá. Dicho esto, Duke se pregunta si a
estos personajes, y personajas, les ocurrirá lo mismo que a nosotros. Si,
después de tantos actos diarios, se encontrarán ante un atril sin tener muy
claro qué es lo que van a decir a la audiencia. Al final la mayoría de ellos
hacen lo mismo que nosotros, acudir a la crítica sin mirar para sus mismos
adentros, poniendo al de al lado o al de enfrente a caldo de perejil,
prometiendo lo que saben desde un principio que no podrán, o no van a llevar a
cabo. Que el otro recorta, yo invierto en educación y sanidad. Que el otro dice
que crea empleo, ya pero es un empleo temporal y precario y lo nuestro será
seguro y continuado. En fin que ponerse ante la peña supone que hay que
enardecerla y provocar el aplauso antes de que se acabe con el argumento que se
esgrime y, luego continuar del mismo modo “in crescendo” hasta que, finalizado
el acto, se paseen en loor de multitudes, repartiendo besos, chocando manos y
haciéndose selfies con Luisinacio y Maripuri que, dicho sea de paso, ya tienen
fotos con Rajoy, Sánchez, Rivera, Errejón y están en espera de hacerse uno con
Rita Barberá y Esperanza Aguirre, por aquello del morbo. En resumen que esto de
ponerse a teclear el artículo de hoy es como un mitin sin espectadores. En solitario
y sin palmeros.
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