Con este emblemático inmueble se va una gran parte de la
historia cultural de Sama. Su “alma mater”, Paco, se jubiló en 2004 y con él se
cerraron las puertas de una señera librería que, a través de los años, sirvió a
estudiantes y lectores de toda ideología y condición. Y digo “sirvió” porque
Paco mimaba a sus clientes, fueran estos infantes o caballeros, ya no hablo de
las damas porque con ellas había una atención cuasireligiosa, de una
caballerosidad inigualable y sin excesos. A día de hoy aún practica la
reverencia y el besamanos, como dije en estas páginas en alguna ocasión y
pueden corroborar casi todas las mujeres salmeronas. Porque este hombre conoce
y es conocido por Sama entera, y parte del extranjero. La librería de Belarmino
y Teresa fue su escuela. Allí se cultivó leyendo todo lo que por allí pasaba y
caía en sus manos, y allí nunca le faltaba un detalle con sus clientes una
goma, un etaja, un lápiz. “Toma, guapa, eto regálotelo yo”, les decía. Lo hizo
en más de una ocasión conmigo mismo y con mis hijos.
Por todas esas razones y muchas más que todos conocen “La
Belter”, era Paco, su amabilidad, su generosidad y su cortesía. Y hoy, cuando
le doy a la tecla, yace bajo los escombros una vez retirados parte de los
frescos que Eduardo Úrculo había estampado en sus pareces cuando aún era un
joven aprendiz de pintor, algo que muy pocas veces fue apreciado por los que
allí entraban, pero que desde que se cerró el establecimiento y falleció su
autor adquirió la relevancia que en poco tiempo se podrá contemplar
previsiblemente en la Pinacoteca que lleva su nombre. Duke cree que lo mismo
que se extrajo esa obra, podrían hacerse las gestiones oportunas para hacer lo
propio con otras que Eduardo dejó por aquellos tiempos en un edificio de la
calle Alonso Nart, muy cercano a la librería, que es el cubil de parte de esos
asociales de los que les hablé hace unos días.
Cuando pasen los años, muchos dirán a las generaciones
venideras: “Mira, aquí estuvo la universidad de Sama, de la que Paco fue rector
durante medio siglo”. “Sí, ése. Paco el de La Belter”.
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