Conocí a Nicanor Sanchez cuando yo era aún muy niño, como sus hijos con los que compartí juegos y aventuras. Siempre me llamó la atención su porte y su elegancia, pero solo me traté con él de saludo. Nunca llegué a conocer cómo era, aunque siempre me sorprendió su enorme popularidad. Rodeados de un montón de fotografías de todas las épocas, me encuentro con sus tres hijos y con algunos de sus buenos amigos en el Sancta Sanctorum de sus tertulias que es Casa Cordeles en Lada. Hemos quedado allí para hablar sobre su figura. Fue a la escuela hasta los catorce años. Estaba preparado conforme a la época en que le tocó vivir, y trabajó en Duro Felguera, primero en Montaje y luego en Construcción. Tuvo una vida intensa, plagada de anécdotas y, siempre, rodeado de amigos que le quisieron y, ahora, le echan de menos. Se nos fue hace un mes, cuando tan solo le faltaba un día para cumplir 82 años
Entre recuerdos que traen sus tres hijos, vemos una foto donde está acompañado de Rebordieres y surge la primera anécdota de la noche. Cuenta Ramiro que, estando en Laviana, pregunta a un taxista cuánto le cobra por bajarle a La Felguera. El hombre le dice que mil quinientas pesetas. ¿Y por la maleta?, vuelve a preguntar. No hombre, por la maleta nada. Entonces déjamela en Casa Olivo que yo bajo en el Carbonero, replicó.
Cuando se inauguró el ambulatorio de Lada, Cavero leyó unas cuartillas y dijo que al Centro sanitario se le ponía el nombre de Modesto Fdez. Bayón, entre otras cosas, por los desvelos y las noches que había pasado en blanco… Y en esto intervino uno que dijo: ”No hay derecho. Pasó muches más Canor y no-y dan nada.
LA ELEGANCIA. Si algo distinguía a Canor era su preocupación por la imagen. Refiere su hijo pequeño (Canor como su padre) que cuando le ingresaron en Villa, ahora hace un año, dejaron a su familia entrar a verle a la UCI y le encontraron preocupadísimo porque cuando te desnudan en Urgencias te dan una bolsa de plástico para la ropa. Las enfermeras adivinaron que yo era su hijo y se dirigieron a mí en busca de ayuda. Él estaba diciendo: “Pero, qué hospital ye esti que no tienen ni perches”. José Antonio Riera toma la palabra: Eso ya ocurría cuando éramos pequeños. Dentro de la situación que atravesábamos todos, recién terminada la guerra, con unos atuendos de lo más humilde, él era lo contrario. Canor era elegante física y socialmente. Un ejemplo claro es que ya formaba parte de la escuadra de gastadores en las organizaciones juveniles. Ese estilo lo llevó cuando estuvo en la mili. Fue Gastador en el regimiento que le tocó en Guadalajara. Media Tino Cordeles, pero bueno, ¿vosotros conocéis a alguien que haya servido en Guadalajara?, solo Canor. Y todos se ríen con la ocurrencia. Los pañuelos de la chaqueta los colocaba con una cuchara y los planchaba él mismo, al igual que los pantalones. No podía hacerlo otra persona, nadie sabía planchar, dice su hijo Luis. Y era igual que nevase o lloviese, Canor siempre traía limpios los zapatos, concluye Ramiro.
LA AMISTAD. Tenía una gran virtud que era “Ser amigo”, dice Riera. Convivimos toda la vida y lo puedo asegurar. Pero esto no ocurría solo en el reducido círculo de Lada. Él tenía amigos en todos los sitios, siendo indiferente la extracción social o los estudios de las personas que a él se acercaban. Tenía relación con todo el mundo…, con médicos, ingenieros, curas…, pero nunca dejaba a un amigo en la estacada.Y sabía estar. Creo que Canor era muy inteligente, porque además, cuando estaba con gente que él consideraba de una medida intelectual mayor a la de él, sabía callar y era muy respetuoso con lo que decían. No era un bocazas de estos de chigre. Era listo y sabía estar en todo momento. Y como todo el mundo lo quería, un día que celebraban la patrona de los médicos, le invitaron a ir. Al principio fue reacio y se resistió a ir, -decía, ¿qué coño voy a hacer yo ahí, si sois todos médicos?- pero, al final, asistió. Era en Manacor y los médicos de aquí (lo conocían todos) estaban muy a gusto con él. Estaban charlado y tomando un vasu y en esto se acercó un médico de fuera y le preguntó a Canor dónde estaba de médico. No, no, dijo Canor, yo no estoy de médicu en ningún lao, yo soy el Brujo de Santander. Era éste un curandero de mucha fama, la gente iba a curarse allí, relata Riera. Y se armó un cachondeo de consideración.
POLÍTICAMENTE CORRECTO. Con referencia a la política o a la religión, Canor nunca se manifestó. Ni a favor, ni en contra. En una ocasión tuve un fuerte dolor en un hombro, cuenta Riera. Celestino el médicu me dijo que allí había una acumulación de nervios y que aquel dolor errático podía ser debido a un esfuerzo. Un día encontré a Canor en Sama y le conté lo de mi dolor y que Tino me había dicho que no me preocupara. Y Canor me dice, ¿por qué te vas a preocupar de eso?, esi dolor que tienes ye de haber cantáo tanto el “Cara al sol”. Esto fue hace cuatro días. Canor era agudo y ocurrente. Y, como en todo, era una persona normalísima. Le gustaba la “charanga” como a cualquiera, como a todos nosotros.
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR. No era hombre de elegías, era normal en todos los aspectos. Vivía cada momento sin echar de menos el pasado, agotándolos y disfrutando de ellos. Se acordaba del pasado, como todos, pero sin añoranzas. Sabía que todos tenemos un principio y un fin, un alfa y un omega. Era práctico y natural.
SUS AFICIONES. Le gustaba el deporte, lo normal. Una vez fue el Racing a jugar a Trubia. Fue con Cordeles (éste asiente e interrumpe a Riera). Aplaudía a los dos equipos sin saber cuál era el nuestro. Cada vez que metía un gol el Trubia aplaudía, y yo le decía pero Canor si esos no son nuestros. Su hijo pequeño cuenta que le gustaban mucho el Tute y las películas de vaqueros, sin importarle actores o directores. Disfrutaba igual con Gary Cooper que con otros actores desconocidos.
SIBARITA. Con su grupo de amigos -más de una docena- iba a comer una vez al mes y siempre era él quien elegía el vino, según cuenta Riera. “Tenía un picu muy finu”, era un “sumiller”, un verdadero sibarita. También dicen que tratándose de pescados era imposible engañarle, nadie podía darle gato por liebre, o congelado por freso.
LAS FORMAS. Canor tenía chispa. Le adornaba el don de la simpatía para contar las cosas, una gracia natural que hacía feliz a todos los que estaban a su alrededor. Cualquier anécdota del trabajo, la calle, el baile…la relataba con una gracia tremenda. Canor sabía usar muy bien ese gracejo que tenemos los asturianos. “Sembraba en to’les huertes”, me dice Dimás Quirós unos días más tarde.
LAS DEFINICIONES. Riera lo conceptúa como “un amigo íntegro”. Ramiro como “un dandy”, no hubiera sido más natural de lo que era si hubiera tenido mucho dinero, explica. Cordeles le define como “una gran persona” y como “un Don” para él.
LOS ZAPATOS DEL MARQUÉS. Yo estaba en la zapatería de Velino el de Sindo, cuenta Riera, y llegó Glorita -la esposa de Canor- y dijo oye Velino, los zapatos del Marqués –así definió a su marido-, diz que tienen que estar pa hoy por la tarde. Velino aparta los zapatos que estaba arreglando y dijo, “el Marqués el primeru”, y púsose a arreglar los zapatos de Canor. No podía ser de otra manera.
Y hablando de Gloria -su mujer, fallecida hace veintidós años- Ramiro sentencia que si Canor merece todas las medallas, no menos mereció Gloria por todos los desvelos que tuvo para con él. Todos los allí presentes se muestran conformes con la observación.
Me voy de casa Cordeles con una grata sensación: haber experimentado la vida de Canor desde su propia piel y la de sus mejores amigos, así como la de su familia, y también con el gusto de haber descubierto a un verdadero caballero, amable, cordial, amigo de sus amigos y, desde luego, una persona muy querida y por todos añorada. ¿Quién da más?
A sus hijos Luis, Maria Jesús y Canor Jr., y a sus amigos José Antonio Riera, Ramiro González y Tino Cordeles, así como a los que no estuvieron esa tarde pero sí me dieron referencias suyas como el doctor Celestino Alvarez o mi amigo Dimas Quirós, quiero agradecerles el haberse preocupado de documentarme histórica y gráficamente para que este perfil de Canor, que hoy ve la luz, haya sido posible. También quiero pedirles a todos disculpas por los errores o defectos de apreciación que con sus relatos haya podido cometer, si es que lo he hecho.
Entre recuerdos que traen sus tres hijos, vemos una foto donde está acompañado de Rebordieres y surge la primera anécdota de la noche. Cuenta Ramiro que, estando en Laviana, pregunta a un taxista cuánto le cobra por bajarle a La Felguera. El hombre le dice que mil quinientas pesetas. ¿Y por la maleta?, vuelve a preguntar. No hombre, por la maleta nada. Entonces déjamela en Casa Olivo que yo bajo en el Carbonero, replicó.
Cuando se inauguró el ambulatorio de Lada, Cavero leyó unas cuartillas y dijo que al Centro sanitario se le ponía el nombre de Modesto Fdez. Bayón, entre otras cosas, por los desvelos y las noches que había pasado en blanco… Y en esto intervino uno que dijo: ”No hay derecho. Pasó muches más Canor y no-y dan nada.
LA ELEGANCIA. Si algo distinguía a Canor era su preocupación por la imagen. Refiere su hijo pequeño (Canor como su padre) que cuando le ingresaron en Villa, ahora hace un año, dejaron a su familia entrar a verle a la UCI y le encontraron preocupadísimo porque cuando te desnudan en Urgencias te dan una bolsa de plástico para la ropa. Las enfermeras adivinaron que yo era su hijo y se dirigieron a mí en busca de ayuda. Él estaba diciendo: “Pero, qué hospital ye esti que no tienen ni perches”. José Antonio Riera toma la palabra: Eso ya ocurría cuando éramos pequeños. Dentro de la situación que atravesábamos todos, recién terminada la guerra, con unos atuendos de lo más humilde, él era lo contrario. Canor era elegante física y socialmente. Un ejemplo claro es que ya formaba parte de la escuadra de gastadores en las organizaciones juveniles. Ese estilo lo llevó cuando estuvo en la mili. Fue Gastador en el regimiento que le tocó en Guadalajara. Media Tino Cordeles, pero bueno, ¿vosotros conocéis a alguien que haya servido en Guadalajara?, solo Canor. Y todos se ríen con la ocurrencia. Los pañuelos de la chaqueta los colocaba con una cuchara y los planchaba él mismo, al igual que los pantalones. No podía hacerlo otra persona, nadie sabía planchar, dice su hijo Luis. Y era igual que nevase o lloviese, Canor siempre traía limpios los zapatos, concluye Ramiro.
LA AMISTAD. Tenía una gran virtud que era “Ser amigo”, dice Riera. Convivimos toda la vida y lo puedo asegurar. Pero esto no ocurría solo en el reducido círculo de Lada. Él tenía amigos en todos los sitios, siendo indiferente la extracción social o los estudios de las personas que a él se acercaban. Tenía relación con todo el mundo…, con médicos, ingenieros, curas…, pero nunca dejaba a un amigo en la estacada.Y sabía estar. Creo que Canor era muy inteligente, porque además, cuando estaba con gente que él consideraba de una medida intelectual mayor a la de él, sabía callar y era muy respetuoso con lo que decían. No era un bocazas de estos de chigre. Era listo y sabía estar en todo momento. Y como todo el mundo lo quería, un día que celebraban la patrona de los médicos, le invitaron a ir. Al principio fue reacio y se resistió a ir, -decía, ¿qué coño voy a hacer yo ahí, si sois todos médicos?- pero, al final, asistió. Era en Manacor y los médicos de aquí (lo conocían todos) estaban muy a gusto con él. Estaban charlado y tomando un vasu y en esto se acercó un médico de fuera y le preguntó a Canor dónde estaba de médico. No, no, dijo Canor, yo no estoy de médicu en ningún lao, yo soy el Brujo de Santander. Era éste un curandero de mucha fama, la gente iba a curarse allí, relata Riera. Y se armó un cachondeo de consideración.
POLÍTICAMENTE CORRECTO. Con referencia a la política o a la religión, Canor nunca se manifestó. Ni a favor, ni en contra. En una ocasión tuve un fuerte dolor en un hombro, cuenta Riera. Celestino el médicu me dijo que allí había una acumulación de nervios y que aquel dolor errático podía ser debido a un esfuerzo. Un día encontré a Canor en Sama y le conté lo de mi dolor y que Tino me había dicho que no me preocupara. Y Canor me dice, ¿por qué te vas a preocupar de eso?, esi dolor que tienes ye de haber cantáo tanto el “Cara al sol”. Esto fue hace cuatro días. Canor era agudo y ocurrente. Y, como en todo, era una persona normalísima. Le gustaba la “charanga” como a cualquiera, como a todos nosotros.
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR. No era hombre de elegías, era normal en todos los aspectos. Vivía cada momento sin echar de menos el pasado, agotándolos y disfrutando de ellos. Se acordaba del pasado, como todos, pero sin añoranzas. Sabía que todos tenemos un principio y un fin, un alfa y un omega. Era práctico y natural.
SUS AFICIONES. Le gustaba el deporte, lo normal. Una vez fue el Racing a jugar a Trubia. Fue con Cordeles (éste asiente e interrumpe a Riera). Aplaudía a los dos equipos sin saber cuál era el nuestro. Cada vez que metía un gol el Trubia aplaudía, y yo le decía pero Canor si esos no son nuestros. Su hijo pequeño cuenta que le gustaban mucho el Tute y las películas de vaqueros, sin importarle actores o directores. Disfrutaba igual con Gary Cooper que con otros actores desconocidos.
SIBARITA. Con su grupo de amigos -más de una docena- iba a comer una vez al mes y siempre era él quien elegía el vino, según cuenta Riera. “Tenía un picu muy finu”, era un “sumiller”, un verdadero sibarita. También dicen que tratándose de pescados era imposible engañarle, nadie podía darle gato por liebre, o congelado por freso.
LAS FORMAS. Canor tenía chispa. Le adornaba el don de la simpatía para contar las cosas, una gracia natural que hacía feliz a todos los que estaban a su alrededor. Cualquier anécdota del trabajo, la calle, el baile…la relataba con una gracia tremenda. Canor sabía usar muy bien ese gracejo que tenemos los asturianos. “Sembraba en to’les huertes”, me dice Dimás Quirós unos días más tarde.
LAS DEFINICIONES. Riera lo conceptúa como “un amigo íntegro”. Ramiro como “un dandy”, no hubiera sido más natural de lo que era si hubiera tenido mucho dinero, explica. Cordeles le define como “una gran persona” y como “un Don” para él.
LOS ZAPATOS DEL MARQUÉS. Yo estaba en la zapatería de Velino el de Sindo, cuenta Riera, y llegó Glorita -la esposa de Canor- y dijo oye Velino, los zapatos del Marqués –así definió a su marido-, diz que tienen que estar pa hoy por la tarde. Velino aparta los zapatos que estaba arreglando y dijo, “el Marqués el primeru”, y púsose a arreglar los zapatos de Canor. No podía ser de otra manera.
Y hablando de Gloria -su mujer, fallecida hace veintidós años- Ramiro sentencia que si Canor merece todas las medallas, no menos mereció Gloria por todos los desvelos que tuvo para con él. Todos los allí presentes se muestran conformes con la observación.
Me voy de casa Cordeles con una grata sensación: haber experimentado la vida de Canor desde su propia piel y la de sus mejores amigos, así como la de su familia, y también con el gusto de haber descubierto a un verdadero caballero, amable, cordial, amigo de sus amigos y, desde luego, una persona muy querida y por todos añorada. ¿Quién da más?
A sus hijos Luis, Maria Jesús y Canor Jr., y a sus amigos José Antonio Riera, Ramiro González y Tino Cordeles, así como a los que no estuvieron esa tarde pero sí me dieron referencias suyas como el doctor Celestino Alvarez o mi amigo Dimas Quirós, quiero agradecerles el haberse preocupado de documentarme histórica y gráficamente para que este perfil de Canor, que hoy ve la luz, haya sido posible. También quiero pedirles a todos disculpas por los errores o defectos de apreciación que con sus relatos haya podido cometer, si es que lo he hecho.
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